Jaime Chincha
Un bochornoso espectáculo
Sobre la feria de candidatos cuestionables en los comicios regionales y municipales
Vivimos tiempos de candidatos Pinguita, ratas congresales y comensales, ratas infieles en TV, y alguna que otra yerba; volviendo a relegar asuntos que nos jalan del traje o que nos han llevado, por ejemplo, a ese 1,5% de junio y que debiéramos debatir y combatir. Castilla solo espera el 2015 para que Toromocho y Las Bambas inyecten un par de puntos a la economía. Con esta mala racha invernal, el gobierno está limitado a perseguir –como si fuese un roedor del KFC–, tres de los anuncios presidenciales: el combate a la desaceleración, políticas de educación, además de la reforma en salud. Con esto último la huelga médica ha pasado a un pernicioso segundo plano.
Las bancadas del Congreso, que por estos días intentan concertar con Ana Jara, apenas han puesto esas tres patas en la mesa de negociación. Quizá sea realista, pero no deja de ser lamentable, que el gobierno y los partidos se desentiendan de los ofrecimientos –algunos más desvergonzados que otros– de los candidatos a regiones y municipios. Más aún cuando muchos se originan en las agrupaciones que tienen representación congresal. No es posible que un candidato traslade cocaína y la cosa quede ahí; o que un aspirante a la presidencia de Áncash ofrezca 500 soles para las 160 mil familias de la región. Menos aceptable resulta que se cuente por miles los candidatos con prontuarios tan escandalosos como narcotráfico, terrorismo y violación. El gobierno anda tan despistado, y mirándose el ombligo, que es incapaz de defender al Estado de esta amenaza que se consumará en octubre. Algunos advierten que ni Humala, ni Jara ni Nadine son capaces de mostrar sus logros más trascendentes, como la anunciada longitudinal de la sierra; sin duda un proyecto de enorme impacto para el futuro del país. Candidez o majadería, llámenlo como quieran; pero estamos ante un espectáculo bochornoso, cortoplacista y de medio pelo: cada quien hace lo suyo, como por cumplir, y la ausencia de liderazgo en lo más alto del poder nos pasa factura como no se había visto en años.
El gobierno, recostado en una extraña subida de la aprobación presidencial, no articula la inseguridad ciudadana desde el sector Interior hasta los Municipios que, en casos extremos, sufrirán un angustiante relevo. Solo llueven ofertas de instalar más cámaras y más serenos, cuando la realidad nos repite que ello es insuficiente si no se trabaja en una auténtica refundación policial. Difícil cuando desde su despacho, el señor Urresti copa la agenda con efectismo y sin sintonizar con lo que demandan alcaldes y presidentes regionales.
Así, el debate municipal y regional debe ser alimentado y guiado por el discurso de Jara en el Congreso. La necesidad de agua y desagüe en varias zonas capitalinas, por citar el ejemplo más dramático, bien podría ser aliciente para que Luis Castañeda, favorito en Lima, nos diga en público lo que hará cuando vuelva a gobernar la ciudad. Ya no estamos para contemplar brechas así de alarmantes y descaradas.
Por Jaime Chincha
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