María Cecilia Villegas

Tu realidad nacional

Tu realidad nacional
María Cecilia Villegas
30 de octubre del 2014

Acerca de la falta de contrapesos entre los poderes del Estado peruano

Que el Perú sufre una crisis institucional y política es ya, a estas alturas, una verdad de Perogrullo. Nadie lo duda, y no son pocos quienes se animan a dar recetas para tratar de institucionalizar al país. Desde reformas políticas, como Tanaka, hasta shocks institucionales, como Meléndez.

Tenemos un Presidente sindicado como el “capitán Carlos” acusado de presuntas violaciones de DDHH y cuya campaña habría sido financiada con dinero producto de la minería ilegal. Prueba de ello es el recibito firmado por un ex-presidente del Congreso. Un fiscal de la Nación que, siendo primo de la primera dama, fue elegido pese a tener dos investigaciones en la OCMA y haber sido seriamente cuestionado por su actuación en el caso “La Centralita”. Un Ministro del Interior que está siendo procesado como presunto autor mediato del asesinato del periodista Hugo Bustios.  Cinco presidentes regionales detenidos, un comeoro, una robacable, un proxeneta y una lista interminable de malos padres que, además, son padres de la patria. Tenemos comisiones investigadoras en el Congreso que citan a ciudadanos que se niegan a asistir y no pasa nada!

¿Vistas las cosas, podríamos sostener que el Perú es una democracia liberal? Hernando de Soto sostiene que en el Perú tenemos una democracia electoral en la que, cada cinco años y en elecciones relativamente libres, elegimos a un dictador que gobernará los siguientes cinco años. Lo anterior se refiere a la falta de contrapesos en las instituciones del estado. Nada parece ponerle límite al poder del Presidente y sus ministros.

Un ejemplo de ello es el hecho de que nuestros analistas y políticos están más preocupados en que el Perú logre lo que sería el cuarto relevo democrático sin interrupciones desde la caída del régimen Fujimorista, que en institucionalizar efectivamente al país. Así, poco importa si el presidente llegó al poder con el apoyo económico de mineros ilegales, poco importa la relación entre Palacio de Gobierno y López Meneses; deje ya los vínculos que podrían existir entre el Presidente, el Fiscal de la Nación y Orellana. Aquí solo importa que mantengamos el statu quo. ¿Se imaginan que en Estados Unidos hubiesen fondeado Watergate solo por no romper el “orden democrático”? ¡Como si la democracia no ordenara a los distintos poderes ejercer contrapesos! ¡Como si el orden democrático no hubiese previsto una sucesión constitucional en caso de vacancia! ¿Es que acaso estos no son mecanismos constitucionales que lo que buscan es defender la democracia y el estado de derecho?

No se confunda, no abogo por una vacancia presidencial. Busco mostrar que el problema es que nos estamos equivocando al tratar de mantener el statu quo permitiendo la precariedad institucional en aras de sostener una “democracia”, aunque ello implique tener a un capitán Carlos de presidente y a un procesado por asesinato de Ministro.  ¿Quién se beneficia con la precariedad institucional?

En un artículo reciente en “The American Interest”, Francis Fukuyama explica cómo todos los países desarrollados, pese a haber seguido distintos caminos, lograron primero burocracias impersonales y una diversificación del poder mediante varias instancias en común equilibrio y control.

En el Perú no existe ninguna de estas condiciones, no hay poderes que se equilibran sino la concentración del poder en manos de elites económicas y políticas que usan las instituciones para capturar rentas. El ejercicio del poder requiere legitimidad, para ello las elecciones no son suficientes.

Por Ana Luisa Guerrero
30  oct - 2014  

María Cecilia Villegas
30 de octubre del 2014

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