Mario Saldaña

Trump y otro triunfo de la antipolítica

Trump y otro triunfo de la antipolítica
Mario Saldaña
10 de noviembre del 2016

Con un discurso irracional y populista llega a la Casa Blanca

Millones de personas en el mundo (entre las que me cuento) no podíamos salir de nuestro asombro la madrugada de ayer, al ver el avance de los resultados parciales que anunciaban, como sucedió al final, el triunfo de Donald Trump, el candidato republicano a la Casa Blanca, ante una desconcertada Hillary Clinton. La sorpresa generalizada obedecía, como es lógico, a los resultados promediados de varias encuestas que arrojaban, hasta la víspera, una brecha aproximada de cuatro puntos porcentuales a favor de la lideresa demócrata.

Pero más que eso, a que el resultado no guardaba consistencia con la perfomance de Clinton en los tres debates, en los que quedó en evidencia tanto las miserias personales del ahora presidente electo de los Estados Unidos como su populismo ramplón. La inesperada foto final, en suma, no conjugaba con las críticas directas que los medios norteamericanos más serios han formulado a sus principales planteamientos (ya ni siquiera a los exabruptos verbales de Trump), que están reñidos con el sentido común; sobre todo en materia de política económica, comercial y de seguridad internacional.

Sin embargo, una de las principales ventajas que tenemos los analistas y observadores latinoamericanos en general, pero peruanos en particular, es que nos hemos acostumbrado a ser testigos de varias de estas “sorpresas” que la llamada antipolítica nos ha regalado, por lo menos, durante los últimos 27 años. Es decir: a que varias veces las encuestas se equivoquen, o que al menos las tendencias cambien radicalmente y a última hora, para que los “favoritos” terminen perdiendo; también a la existencia del llamado voto “oculto”, a que quien gane no sea necesariamente el que tenga el mayor y mejor apoyo de los medios de comunicación, o a quien el establishment bendice, o la corrección política unge como “la alternativa más adecuada” o “el mejor mal menor”, etc.

Así que una vez pasado el “baldazo de agua fría” solo queda asumir la realidad: Trump será el inquilino N° 44 de la Casa Blanca. Toca además revisar con objetividad las causas principales de su triunfo; y para ello hay que remitirse a un artículo —tan objetivo como asertivo— escrito en julio de este año nada más y nada menos que por Michael Moore, conocido cineasta y activista antirrepublicano, y al que asumo muy pocos le dieron crédito cuando brindaba cinco razones por las que el magnate se alzaría con la victoria.

No voy a describir un texto que hoy circula como pan caliente por la red. Solo diré que combina razones estrictamente estructurales con otras de carácter electoral que, en resumen, aluden a las grandes limitaciones de la candidatura de Clinton al no generar suficiente movilización, credibilidad y entusiasmo ante la población joven; y también por los grandes pasivos personales que arrastraba.

Pero entre las causas que menciona Moore, identifico la más importante: la economía y el empleo para la clase media empobrecida. Si bien es un tema recurrente en las contiendas electorales en EE.UU., en el caso actual ha cobrado vital importancia luego de las crisis económicas de los años 2008 y 2009, ante la enorme pérdida de trabajos, ingresos y calidad de vida de millones de personas.

El discurso de Trump, si bien irracional y populista —como es el hecho de cerrar su economía, cuestionar los TLC (como el NAFTA)— y sancionar impositivamente la fuga de capitales— ha calado muy bien en una población que, luego de ocho años de administración demócrata, no ha observado ninguna mejora de su situación personal y familiar. Con lo cual, el bullying, los insultos y la lista de barbaridades que salieron de boca del ex candidato y hoy presidente, terminaron siendo solo el empaque de una situación mucho más compleja. Como paradójicamente alguna vez dijo el propio Bill Clinton: “Es la economía, estúpido”.

 

Mario Saldaña C.

@msaldanac

 
Mario Saldaña
10 de noviembre del 2016

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