Javier Agreda

Tres tristes madres

Tres tristes madres
Javier Agreda
12 de febrero del 2016

La escritora Susanne Noltenius (Lima 1972) publicó su primer libro en el año 2006: Crisis respiratoria, un conjunto de relatos centrados en el universo emotivo de las mujeres limeñas de clase media y alta. Fue un buen debut literario, aunque un tanto tardío. Administradora de profesión, Noltenius descubrió su vocación literaria ya en la adultez, lo que la llevó a la Escuela de Escritura Creativa, dirigida por Alonso Cueto e Iván Thays, sus maestros en narrativa. Casi diez años después, Noltenius nos entrega su segundo libro Tres mujeres (2015), con la misma temática pero enfocado en un universo más específico.

Son tres los relatos que integran este libro —“Divorciada”, “Casada” y “Soltera”—, y las tres protagonistas tienen el mismo perfil: mujeres de alrededor de 40 años, ejecutivas de empresas importantes, madres y ejes de sus hogares, y sentimentalmente insatisfechas.En el caso de “Soltera” (el más extenso y logrado de los relatos) se trata de Ofelia, madre de una adolescente a la que ha criado sola (el padre las abandonó), gracias a su desempeño profesional y al apoyo de sus propios padres. Es en esas circunstancias que reaparece un aspecto largamente postergado: el amor, encarnado en Bruno Hofmeister, diez años menor y nieto del dueño de la empresa en la que ella labora. Todo marcha bien en un inicio, pues Bruno está tan enamorado como ella, además de que, por su origen alemán, no teme alejarse de los estereotipos machistas latinoamericanos (toca violín y usa corbatas con diseños infantiles); sin embargo la historia queda “abierta” y no se avizora un final feliz.

Las otras dos historias son ligeras variaciones de ese relato, la mayor (como se anuncia desde el título) es el estado civil de la protagonista. En “Divorciada”, Lorena es una ejecutiva y además padre y madre de sus tres hijos; y en “Casada”, Marcela vive con su esposo y sus dos hijos. Todo el libro está impregnado del dinamismo propio del mundo de los negocios: alta competitividad, reuniones inesperadas y urgentes, y hasta rivalidades con los propios compañeros de trabajo, casi exclusivamente hombres. Noltenius utiliza estas situaciones (y los diálogos que generan), para crear las atmósferas de sus cuentos, dejando de lado otros elementos (como las descripciones). El recurso es efectivo, pero también les da a los relatos un ritmo no muy apropiado para el propósito del libro, que es mostrarnos la contradictoria “vida interior” de estas mujeres. Algo que sí logró el austriaco Robert Musil en su libro Tres mujeres (Drei Frauen, 1924), al que Noltenius homenajea desde el título.

Hay algunos otros elementos que entorpecen el desarrollo de estos cuentos. El más notorio es la recurrente presencia del “príncipe azul” (Julián en “Casada” y el ya mencionado Bruno), el hombre sensible y culto que viene de “ámbitos lejanos” (la literatura en el caso de Julián, la cultura alemana en el de Bruno) que supuestamente liberará a las protagonistas de todas sus “tribulaciones” (volviendo a Musil, esta vez al título de otro de sus libros).Entre los logros, hay que señalar la unidad y coherencia de los cuentos, que le permiten a la autora explorar cabalmente este ámbito social, que en nuestra literatura parecía reservado a escritores como Alfredo Bryce y Luis Loayza. Y también el cuidadoso trabajo con el lenguaje, algo que debería ser inherente a toda obra literaria, pero que resulta cada vez menos frecuente en nuestra narrativa. Tres mujeres es un firme paso adelante en la trayectoria literaria de Susanne Noltenius.

Javier Agreda
12 de febrero del 2016

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