Eduardo Zapata

¿Tesis o floro…?

¿Tesis o floro…?
Eduardo Zapata
05 de noviembre del 2015

Sobre la curiosidad intelectual como base del conocimiento

Hace largos años opté por no participar en jurados de tesis universitarias. Trato siempre, eso sí, de ayudar a los estudiantes que buscan mi apoyo. Pero me duele –como viejo profesor universitario- constatar el sufrimiento y finalmente la pérdida de energías que elaborar una tesis representa hoy para una mente joven.

Tomé la decisión de no ser jurado por un asunto que puede parecer anecdótico, pero no lo es. Estábamos ya en el solemne acto de sustentación, la graduanda se hallaba –como es lógico- nerviosa e ilusionada a la vez, y sus padres y hermanos esperaban a las afueras la buena nueva de la aprobación final de la tesis. Más que obvio, los otros miembros del jurado ostentaban las medallas correspondientes, la vestimenta adecuada y los rostros adustos ad hoc.

A mí me constaba el tiempo y la energía que subyacían a la tesis. Me constaba también que se trataba de una alumna prometedora. Pero yo había leído la tesis en su integridad. Y en la página 74 –lo recuerdo perfectamente- decía: “Aquí hay que meter harto floro y citar autores famosos”.

Es evidente que la alumna no había revisado la versión final de la tesis que había encargado textear a un tercero. Y por ello se vio sorprendida cuando mi pregunta única se refirió a qué se refería con “floro” y a quiénes eran los “autores famosos” que debía citar. Subrayo que este exabrupto textual se encontraba en una parte medular de la tesis.

Pero la sorpresa ante mi pregunta no fue solo para la graduanda. También lo fue para su asesor de tesis que estaba presente y para los otros dos miembros del jurado. Daba la impresión, entonces, de que nadie se había tomado la molestia de leer la tesis en su conjunto. Si alguna desaprobación cabía, esta era extensible al todo del jurado.

Entenderán ahora por qué digo que esta no es una anécdota. Lo que estaba viciado no era el exabrupto, sino la institución misma de la formulación, asesoramiento y evaluación de la tesis.

La nueva ley obliga a todos a hacer tesis. Supuestamente para garantizar la idoneidad académica de los grados y títulos. No importa si la especialidad del estudiante o el estudiante mismo se enriquecerían más con un proyecto profesional. Al parecer hemos regresado a los tiempos en los cuales se creía en el sentido mágico de la palabra. Y la palabra tesis garantizaría –per se-  esa idoneidad.

Cuando veo a los estudiantes sufrir por no encontrar un tema para la tesis. Cuando los veo tener que aceptar uno “políticamente correcto” porque la iniciativa acaso audaz de la mente joven fue desechada por el asesor. Cuando, en fin, el estudiante se ve obligado al sinsentido del fondo y al cumplimiento de la ritualidad vacía, me apeno. Porque estamos inhibiendo conocimiento, desperdiciando talento y energía y consagrando la re-citación.

No tengamos miedo a la creatividad de la mente joven. No antepongamos ritualidades y metodologías al conocimiento. No matemos la curiosidad intelectual porque esta es la base del conocimiento. El verdadero rigor académico no se mide en centimetraje, número de palabras o satisfacción del gusto de los legisladores, asesores de las tesis o jurados.

Por: Eduardo Zapata Saldaña

Eduardo Zapata
05 de noviembre del 2015

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