Juan Sheput

Tercerizar la lucha anticorrupción

Tercerizar la lucha anticorrupción
Juan Sheput
15 de septiembre del 2015

Sobre cómo se le puso fin a la justicia corrupta en Guatemala

Hace unos días, el prestigioso periodista David Luhnow publicó en el Wall Street Journal un extenso artículo sobre la corrupción que abate a Guatemala. En aquel nos recuerda los esfuerzos que había hecho esa nación centroamericana para deshacerse de la plaga que carcome los cimientos institucionales y que había tenido en la impunidad al gatillador de un movimiento social que decidió acabar de raíz con el mal.

En efecto, durante 36 años Guatemala se hizo trizas con una guerra civil. Luego de ella, y debido a un Poder Judicial manipulable y débil, no hubo condenados. Fue el inicio de una cadena de actos corruptos de diversa magnitud que llevaron al pueblo guatemalteco a plantearse soluciones radicales. Es así que hace ocho años Guatemala le entregó la administración de justicia a una agencia de Naciones Unidas, dejando de lado un sistema judicial corrupto y dependiente del poder político. Pocos pensaron que se iba a tener éxito. Sin embargo, al ver hoy al presidente de ese país tras las rejas, me refiero a Otto Pérez Molina, es notorio que las cosas han cambiado.

Esa agencia tiene siglas y nombre: la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala (CICIG), que ha recibido el encargo de desempeñarse con independencia y llevar a cabo sus propias indagaciones penales. Una vez culminadas, juega en pared con el Ministerio Público (Fiscalía) para llevar a los culpables a juicio. La CICIG está conformada por un amplio grupo de expertos, como nos recuerda Luhnow, desde italianos que se han enfrentado a la mafia hasta colombianos expertos en lavado de activos. Durante los últimos meses, la CICIG ha demostrado tener éxito pues ha puesto en jaque  a la clase política guatematelca al destapar una serie de hechos de corrupción. Igual que en el caso de Pérez Molina, otros malos políticos han sido llevados a la cárcel. Es tanto el éxito de la CICIG que ya la están reclamando otras sociedades como la colombiana o mexicana.

Sería bueno que nuestra comunidad haga lo mismo. El Perú ya no soporta a una corrupción generalizada. La descomposición es de tal nivel que la corrupción depende ahora de si se es amigo o enemigo. Los conservadores acusan a los liberales, los opositores al gobierno, los oficialistas a sus antagonistas y los progresistas a los que juzgan anacrónicos. Pero si alguno de sus pares comete algo incorrecto, así como acusan defienden. La doble medida también se ha entronizado. Se es corrupto según el cristal con que se mire.

Si tuviéramos tercerizada la lucha contra la corrupción Nadine Heredia no la tendría tan fácil como la tiene con sus hábeas corpus o con los comentarios de sus amigos periodistas. Para los abogados sin escrúpulos también les sería más difícil sacar del empeño de la justicia a sus defendidos. El Perú tendría una lucha más eficiente contra la corrupción y se limpiaría así el escenario. Hoy un sujeto puede meterle un balazo a una señora y no pasa nada, o una prueba clave puede declararse ilícita o un habeas corpus puede detener una investigación. Todo eso indigna y todo eso debe cambiar.

Miremos a Guatemala con especial dedicación. De repente ya llegó la hora de exigir que se tercerice en el Perú la lucha contra la corrupción.

Por: Juan Sheput

Juan Sheput
15 de septiembre del 2015

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