Mario Saldaña

Tenemos Presidente

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Mario Saldaña
09 de junio del 2016

Fuerza Popular y PPK deben hacer una gestión colaborativa por el bien del país

Desde el retorno a la democracia en 1980 no ha existido resultado tan estrecho y complicado en la elección de un jefe de Estado. Hemos tenido un caso fraudulento —el ocurrido el 2000 con la definición Toledo-Fujimori— y otros muy peleados, como el duelo García-Flores para acceder a la segunda vuelta el 2006. Pero nunca uno en el que la presidencia se haya definido por miles de votos. (Hasta el momento es así, aunque algunos piensan que la brecha puede volver a ser de cientos de miles. Hoy jueves lo sabremos).

Lo cierto es que el Perú ya tiene un presidente electo y es Pedro Pablo Kuczynski. Y lo primero que corresponde, sin ambages ni medias tintas, es felicitar al nuevo mandatario por tal logro y desearle mucho éxito en su gestión. Por la sencilla y única razón de que dicho éxito también será de los peruanos. Dicho esto, la realidad indica que un gobierno de PPK tendrá grandes limitaciones y complicaciones para alcanzar sus propósitos; pero, al mismo tiempo, grandes oportunidades y fortalezas.

En el lado de las limitaciones y riesgos, como lo señalé aquí mismo la semana pasada, está la evidente realidad que Peruanos por el Kambio (PPK) no es un partido político. Acaso, y con mucho, alcanza la categoría de organización de independientes creada para una (o dos) campaña (s) electoral (es). También es verdad que difícilmente llegará a convertirse en partido en el siguiente quinquenio. Pero la tarea básica que le compete al presidente electo en este rubro es asegurarse de que su movimiento logre una organicidad y disciplina mínima, para que al menos la relación del Ejecutivo con su bancada parlamentaria, y con algunos otros referentes a nivel nacional, opere de la forma más funcional y fluida posible. Eso supone designar un jefe de la organización que sea el vaso comunicante entre el Gobierno, el Legislativo y otras instancias de poder a nivel regional.

La otra gran limitación es que el Gobierno será minoría en el Legislativo. Aquí la tarea principal y más importante es construir los puentes y el diálogo necesarios con el fujimorismo (mayoría absoluta en el Congreso) para lograr, en el peor de los casos, un apoyo mínimo. De lo contrario el Ejecutivo estará pronto al garete.

Pero del lado de las oportunidades y fortalezas, sigo pensando que PPK es una de esas pocas personas de la política peruana que tiene la suficiente capacidad para construir consensos; incluyendo a la izquierda, más allá que esta haya adelantado que ejercerá a plenitud su rol opositor. Así, el próximo mandatario tiene la oportunidad de pedir el concurso y el apoyo de lo mejor de cada organización, representada o no en el Congreso, a base de un programa de reformas que debe ser puesto en marcha de inmediato.

Es más, este singular mandato de las urnas del pasado 5 de junio nos habla prácticamente de un cogobierno. En el Perú, las mezquindades, los inveterados odios, los egos y las pugnas siempre nos han hecho ver los pactos como sinónimo de repartija. No, señor. Si el pueblo con su voto ha decidido que los movimientos que llegaron a la segunda vuelta hagan casi tablas, ello debería traducirse en una gestión colaborativa y de responsabilidad frente al país, a base de planes que son harto coincidentes. Ojalá PPK y Keiko Fujimori hayan escuchado correctamente ese mandato.

 

Mario Saldaña C.

@msaldanac

 
Mario Saldaña
09 de junio del 2016

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