Iván Arenas

Tejada y la izquierda en el paraíso

Tejada y la izquierda en el paraíso
Iván Arenas
04 de marzo del 2015

La herencia de este gobierno de izquierda es un país sumido en la parálisis, el insulto y la diatriba.

El congresista Sergio Tejada, renunciante al Partido Nacionalista, propiedad de la pareja presidencial, anunció la construcción de un nuevo “frente progresista”. Otra vez, la izquierda cambia de marca o nombre para buscar la “unidad”, esa que tanta falta le hace. 

Edmund Burke, que de conservador no tenía nada, señaló que algunos derechos debe ser defendidos por las instituciones modernas, incluido el “derecho a ser protegidos de su propia estupidez”. Frente a la crisis de la izquierda post gobierno humalista, sus voceros no parten objetivamente de la realidad concreta, al decir marxista. Para estos fines no huelga decir que Tejada, como muchos otros “renunciantes”, acompañaron el coro gobiernista como buenos cantores solo hasta que sus beneficios fueron mejores que sus inversiones. 

La democracia fue un invento para separar las decisiones públicas de los intereses familiares y de consortes, cosa que a este gobierno le interesó un mínimo. Lo mismo a Tejada y compañía, que nunca vieron mal que el poder y las decisiones pasen por el escrutinio de la primera dama sin ser elegida mediante mandato popular. Ahora, bajo el viejo pregón del agrupamiento “popular” y “democrático”, para “salvar al país” del declive, y sin mea culpa ni  arrepentimientos, pontifican sobre quién es quién. 

El primer punto de la unidad es el “anti”. El “anti-apro-fujimorismo” no es solo el punto 1 sino además -estén seguros- el pilar más importante de este milagroso reagrupamiento. Pero antes de cualquier unidad, la pregunta sensata y razonable es ¿en qué momento la izquierda reflexionó sobre su papel al lado del humalismo? ¿Cómo un militar del tamaño de Humala logró engañar a cientistas sociales, políticos de vieja data, abogados de renombre, técnicos duchos y expertos en el arte del poder? Esta respuesta lleva inequívocamente al sonrojo y la vergüenza de la izquierda, que a pesar de todas las equivocaciones y yerros pecaminosos, vuelve a insinuar en una posible confluencia con recetas pasadas. 

Aún así es necesaria la consolidación de una izquierda moderna que primero abandone el tufo de la moralidad y el resguardo de los buenos valores y que segundo haga un planteamiento serio con un programa de gobierno realista, en bien de la democracia, el desarrollo y el crecimiento económico. El gobierno de “incluir para crecer” nos ha conducido a la parálisis y la desaceleración económica con cifras sociales irrelevantes pero con un contexto político entregado a la facción intolerante: la herencia de este gobierno -con la complicidad de la izquierda- es un país sumido en el insulto y la diatriba como política de estado (Urresti). 

Que la izquierda antigua quiera pasar por nueva no sorprende, pero que nuevas figuras de la izquierda utilicen peroratas antiguas decepciona. Esta nueva generación debería aprender a superar la amargura del pasado y el espíritu de facción (¡Por Dios, cómo la tirria al APRA y al fujimorismo son el primer punto de una posible unidad! ¡Y lo dicen todavía!) y centrarse en un programa sensato para el Perú. Al final del día Edmund Burke, el “conservador”, ante el horror del Directorio, hizo un alegato por la defensa de la estupidez pero tampoco hay que darle tanto. 

Por Iván Arenas
04 - Mar - 2015  

Iván Arenas
04 de marzo del 2015

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