Jorge Valenzuela

Suburbia

Suburbia
Jorge Valenzuela
30 de julio del 2014

A propósito de la publicación de “Podemos ser héroes” de Martín Roldán

Suburbia es el título de la película de Penelope Spheeris que a mediados de los años ochenta cambió, en muchos sentidos, la vida de los jóvenes inconformes de la burguesía media y baja limeña. Spheeris se propuso entonces, era 1984, explorar dos cosas: por un lado, la vida de los jóvenes adolescentes expulsados de sus casas en los suburbios de Los Ángeles y, por otro, su inserción en el movimiento punk subterráneo cuya agresividad y disconformidad con respecto al orden establecido, constituían sus marcas de origen.

Suburbia incidía en la violencia a la que se veían expuestos estos jóvenes y en las formas de asociación practicadas por ellos para sobrevivir en un entorno aburguesado que les era hostil y que nos los soportaba. También se acercaba a las expresiones de ternura y puerilidad que se escondían detrás de sus desagradables apariencias y que revelaban en ellos una severa fragilidad y la urgente necesidad de afecto. Jóvenes violadas por sus propios padres, adolescentes agredidos y golpeados por padrastros inclementes, pasaron a constituir un indestructible núcleo amical unido por la contestación a un atroz orden familiar que los había supurado como el pus hacia las calles de una ciudad que los esperaba para aniquilarlos. Como referente contracultural, Suburbia fue vista en Lima como una película de culto por estos post adolescentes que salían a la vida en medio de la violencia política protagonizada por el Estado y Sendero Luminoso y la crisis económica que terminó de aniquilar sus esperanzas de salir adelante. Fue esta película la que se sumó a la protesta de los primeros grupos subtes limeños como Leuzemia, Zcuela Crrada y la que, algunos años después, hacia los noventa, dará origen a una literatura narrativa caracterizada por una anárquica inconformidad con respecto al sistema social imperante a través de la manifestación de sentimientos como la frustración y el resentimiento, lejos, por cierto, de la tentación homicida de Sendero Luminoso.

En este contexto, creo que es pertinente destacar la reciente publicación de un libro de cuentos, Podemos ser héroes, de Martín Roldán (Lima, 1970) cuya temática y fuerza expresiva están estrechamente relacionados con la sensibilidad subterránea de aquellos años ochenta.

Aunque se trate en muchos casos de escolares o de recientes egresados de grandes unidades escolares, es evidente en ellos la presencia de esa pérdida de sentido de la realidad que los conduce por los caminos de la agresividad, la protesta y la autodestrucción. Son historias en las que la música de fondo la constituyen grupos como The cure, The clash, Bauhaus, Eutanasia, Sex Pistols, The Smiths, Eskorbuto y en las que las voces de David Bowie o Steven Morrisey van narrando una nueva épica, aquella que se propone, desde la anarquía y la destrucción totales, la instauración de un orden más inclusivo, tolerante e igualitario.

El libro de Roldán trabaja (desde ámbitos barriales como Breña o el centro de Lima y desde los espacios clásicos subtes como el No Helden o el Hueko de Santa Beatriz), temas como la traición y el miedo de jóvenes inexpertos, la violencia dentro de la collera, la perversión sexual y la pérdida de fe dentro de un marco general que supone un aprendizaje de la vida, de la que siempre se saca lecciones.

Quizá el prepotente carácter anecdótico de las historias (la que le impone cierta superficialidad a lo contado y un mezquino trabajo con el lenguaje) y la inmediatez y urgencia que se emplea para narrar los hechos pueden ser vistos como defectos, pero no lo son. En el caso del libro de Roldán habría que comprender que estos rasgos son parte de la poética subte, aquella marcada a fuego por la desesperación y la urgente necesidad de comprender lo que sucede y de encontrar, aunque lo sea, un miserable lugar en el mundo. Ese naciente mundo subte limeño de los ochenta, reflejado en la mayoría de los cuentos del libro, se mantiene intacto con su sagrada anarquía y con el fuego de la inconformidad.

Por Jorge Valenzuela

Jorge Valenzuela
30 de julio del 2014

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