Manuel Gago

Sube, sube PPK

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Manuel Gago
06 de junio del 2016

El antivoto es el cuco de las segundas vueltas

Los primeros resultados publicados confirman que Pedro Pablo Kuczynski sería el próximo presidente. Un final que divide el humor nacional, entre los del centro y sur, y el sólido norte. Humor nacional fatigado y golpeado por todo el proceso. “Ya tuvimos suficiente con tantos insultos que avergüenzan”, dicen los amigos. Hemos sido maltratados por ambos candidatos con monumentales mentiras, como si tuviéramos el cerebro del tamaño de una nuez.

Si Joaquín Ramírez es investigado por la DEA no significa que Keiko Fujimori tenga voluntad de darle luz verde a un potencial narcoestado; que si se encontró droga en un depósito temporal donde su hermano Kenji es accionista, no lo involucra, no tiene responsabilidad sobre una mercadería que no le pertenece. Pedro Pablo Kuczynski, con 77 años, no significa tampoco que esté fuera de sus cabales, cuando esa edad es fortaleza que aprecian hijos y nietos. Acusarlo de tener vínculos con Fernando Zevallos fue una tremenda equivocación cuando hay rabo de paja. Entre ataques y contraataques, olvidaron elevar el debate y bajaron a la altura de los marginales, de los que ni les importa si se enteran.

En medio de la informalidad nacional, en ese 70% de la población económicamente activa, la política no puede mantenerse al margen. El candidato informal es el antivoto sin firmas para constituirse como partido político, sin símbolo que lo identifique, sin locales partidarios, sin gastos fiscalizados por la autoridad y sin saber quienes son sus mecenas. La presencia permanente del antivoto gana sectores de la población, realiza marchas, se muta como “pulpín”, enarbola demandas populares y gana en reflejos apelando a instintos primarios de la raza humana. El antivoto es ya el cuco de las segundas vueltas. Determina quién gana y quién no. Ataca a su enemigo principal, o el APRA o el fujimorismo, sin hacer asco, sentado a la derecha de sus antípodas ideológicos.

“Soy pobre y seguiré siendo pobre gane quien gane”, dice Michel, pulpín de 24 años, sin oportunidades, sin estudios, aplastado por un empleador que le paga cuando quiere (si le paga), sin nada ni nadie que lo proteja. Sus ánimos se desmoronan en medio del ruidoso entorno marginal, refugiándose en los realities shows de una televisión basura que cada día lo hunde más. Una realidad de cientos de miles de votantes frustrados al final de cada periodo presidencial. ¿Por qué esta elección sería diferente?

Las masas (la mayoría nacional) eligieron a Alberto Fujimori en 1990, al verlo como su par ocupando la primera magistratura nacional contra la política tradicional que hasta entonces los abandonó a su suerte. Después de 25 años, su hija Keiko es candidata anunciando que la política es su mayor y más importante experiencia. Qué ironía.

Horas antes del acto electoral, los candidatos ya tenían resultados. Así, el gringo de los Andes decide el acostumbrado desayuno en Mendocita, territorio comanche como se dijo en la televisión. El mensaje es claro. No está con las transnacionales ni con los ricos del país. Está en el barrio donde no hay espacio para los extraños. Otro sí digo. Si Keiko tiene mayoría en el Congreso, Pedro Pablo tiene a don Alberto Fujimori. Lo que se decida en el recinto parlamentario, por la gobernabilidad, ¿pasará por un acuerdo sobre el inquilino de la DINOES? Digo, ¿no? La malicia es contagiosa.

 

Manuel Gago

 
Manuel Gago
06 de junio del 2016

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