Rocío Valverde

Sobre Orlando

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Rocío Valverde
20 de junio del 2016

¿Qué impulsa a alguien a odiar tanto su reflejo?

Esta semana una vez más los monumentos emblemáticos del mundo, con pesar y un sentimiento de hermandad, han cambiado sus habituales tenues luces por los colores de una bandera: la del arcoiris de seis franjas. La torre Eiffel de París, el puente de la bahía de Sidney, el World Trade Center de Nueva York brillaban con orgullo. Solidaridad a baldes desde Brisbane, Toronto, Dallas, Londres, San Juan y muchos otros lugares más. El globo entero se llenaba de improvisados altares llenos de velas y mensajes de aliento. Este atentado me ha abrasado el corazón. El pobre, ampollado, duele por dos motivos. Primero, los asesinados eran en su mayoría latinos de segunda generación en un país de tantos contrastes como Estados Unidos, donde grupos de homofóbicos van a los entierros de homosexuales para contarle a los padres sus alucinaciones dantescas sobre el fallecido hijo, quemándose en el inextinguible fuego del infierno. Segundo, los jóvenes han sido blanco del odio de una persona que no podía lidiar con su identidad sexual. La libertad de los jóvenes que tienen los cojones de amar libremente en contra de las mentes cuadradas de una sociedad, avivaron en el asesino el desprecio hacia sus propios deseos, su orientación sexual. ¿Qué impulsa a alguien a odiar tanto su reflejo? Una crianza llena de prejuicios y de discursos patriarcales.

Luego de ver las noticias a las siete de la mañana, continué con la rutina hasta que salí del trabajo a las tres de la tarde. Todo los días tomo el autobús con dirección a Oxford. Mi viaje diario dura aproximadamente cincuenta minutos, en los que me aburro como una seta llenándose de moho, si olvido llevar el libro electrónico o los auriculares para aislarme de la cháchara de los niños. Cada vez que pasa esto puedo escuchar claramente a mi madre diciendo, con el tono indistinguible que usan las personas que te conocen aunque vayas disfrazado: "¡Rocío! ¿Dónde tienes la cabeza?". Qué razón lleva, otra vez sólo tengo el celular así que entro al caos que es Twitter, a leer las noticias en 120 caracteres, y veo que “cosito” ha expresado su pesar a Obama por la muerte de sus compatriotas en este crimen de odio. Debe ser el bochorno de la tarde, esa mezcla de humedad y calor de junio que me obnubilan los sesos, pues si no me falla la memoria este caricaturesco hombrecillo, hace unos cuantos baños de popularidad, carajeaba amenazante a un grupo de obreros para que se corten el pelo porque parecían mujeres. ¿Pero esto qué es? Para la información del saliente presidente, el odio no solo empuña armas, sino también palabras, gestos y petardeos de leyes proigualdad de derechos. Ese discurso de machito de pelo en pecho no cae en saco roto. Esa "lección" no hace más que crear otra generación de salvajes que no ve más allá de los genitales de una persona para definirla. Entienda que el machismo y la homofobia van de la mano. Aún me pregunto cómo es que las fracturadas izquierdas le compraron el discurso de inclusión y demás verborrea.

Bueno, dejemos a Romeo que ya sabemos como acaba esa historia. Luego entro a Facebook y veo a muchos amigos conmocionados por el tema; entro a un periódico, leo un titular y saltan los comentarios "Pobrecitos. No merecían eso, a pesar de su estilo de vida", "Los que no temen a Dios no heredan su Reino", "Esto se debe llamar fumigación". ¿Pero qué carajos es esto?. La herida me vuelve a arder. ¿Qué clase de sociedad partepiedras somos?. ¿Es esta una sociedad de sádicos y sociópatas? ¿Es acaso imposible mostrar un mínimo nivel de empatía por la muerte a balazos de chicos de tan cortos años que solo buscaban divertirse en un sitio que consideraban seguro? ¿Creen que los clubs LGTB existen solo para ligar y buscar compañía para una noche? No, señores dueños de la moral y la verdad. En un mundo en el que la norma es pera con pera y manzana con manzana, el amar sin tapujos se castiga. La discoteca Pulse era un santuario en este mundo lleno de odio.

No faltan los que dicen que cuando te toque un hijo homosexual ya entenderás; o que eso de matrimonio gay es para países de Europa, y que esta es otra realidad. Tampoco puede ausentarse el negacionista que se preocupa por los niños. "Yo no soy homofóbico pero... ¡Los niños! ¡Que alguien salve a los niños del lobby gay!. A esa gente le respondo con la frase repetida hasta por Juan Pérez: ¿Y a ti qué narices te importa con quién se acueste tu vecino? ¿Preocupado por tu hijo? Más preocupada la sociedad si los valores que le negarás lo pueden convertir en el carnicero asesino de su generación. No te "saldrá" gay; pero la cárcel es su destino, ya sea por matar a un marica o a su mujer. Y a ti, amigo queer, ante los insultos y sermones de dedo índice, recuerda el clímax de la canción "Mujer contra mujer": Y lo que opinen los demás está de más.
 

Rocío Valverde

Rocío Valverde
20 de junio del 2016

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