Victor Robles Sosa

Silencio insensible

Silencio insensible
Victor Robles Sosa
17 de junio del 2014

Sobre las fosas comunes en la selva central

El descubrimiento de una fosa común con restos de compatriotas asháninkas y mashiguengas asesinados por Sendero Luminoso en los años en que esas etnias fueron esclavizadas por Sendero Luminoso, nos ha conmovido a los peruanos que tenemos la guerra grabada a fuego en nuestra memoria.

Según la Comisión de la Verdad (CVR), en las provincias de Satipo, Chanchamayo y Oxapampa, habitadas por los asháninkas, mashiguengas, se registraron 1556 muertes y desapariciones durante el tiempo que SL hizo de las suyas en la selva central. Sin embargo, los dirigentes nativos que hallaron la fosa en Saygón aseguran que hay unas 800 personas sepultadas solo en fosas comunes que han ubicado ellos en la zona de los ríos Ene y Tambo.

Sea cual fuere la cifra, lo cierto es que SL actuó en esa zona con una gran crueldad. Su primer acto terrorista en esa región lo perpetró el 17 de mayo de 1984, cuando destruyó e incendió la misión franciscana de Cutivireni, que brindaba una ayuda vital a los habitantes de ese distrito. Los religiosos fueron amenazados de muerte por los criminales.

A partir de 1988, SL arreció su actividad en la selva central y el Alto Huallaga, después de que fue echado de Ayacucho y Huancavelica por el ejército campesino conformado por los Comités de Autodefensa y apoyado por el ejército.

Hasta 1993, los senderistas mantuvieron cautivos y en condiciones de esclavos a miles de hombres, mujeres y niños, a quienes obligaban a trabajar y producir para mantener a las columnas terroristas. Muchos nativos rescatados narraron que los senderistas asesinaban a los enfermos para no retrasar sus desplazamientos; y también a los niños pequeños cuando lloraban, para evitar ser ubicados.

El regidor del municipio distrital de Pangoa Luis Pichuca Quintimari, declaró al diario El Comercio que SL masacró pueblos enteros en la selva central, como por ejemplo la comunidad nativa Alto Tibuneni, donde sobrevivió solamente uno de sus 300 habitantes

De otra parte es lamentable que los ciudadanos que encontraron la tumba en el lugar llamado Saygon, distrito de Pangoa (Satipo), hayan declarado que hace años le pidieron ayuda a la CVR para encontrar los entierros clandestinos, pero nadie los ayudó. Esta vez lograron su objetivo con el apoyo de la Comisión de Derechos Humanos del Congreso, que envió a representantes a apoyar dicha tarea, en una decisión encomiable que debe continuar.

Lo más lamentable es que los ciudadanos que encontraron la tumba en el lugar llamado Saygon, en el distrito de Pangoa (Satipo), han declarado que hace años le pidieron ayuda a la ex Comisión de la Verdad para encontrar los entierros clandestinos, pero nadie los ayudó. Esta vez lograron su objetivo con el apoyo de la Comisión de Derechos Humanos del Congreso, que envió a representantes a apoyar dicha tarea, en una decisión encomiable que debe continuar.

Pero lo más lamentable es el silencio insensible que mantienen ante el hallazgo las organizaciones privadas de derechos humanos. El tema ni siquiera figura en sus agendas, según se puede ver en sus portales en Internet. ¿Es que sólo tienen sensibilidad cuando los asesinatos los cometen miembros de las fuerzas del orden en agravio de terroristas?

Victor Robles Sosa
17 de junio del 2014

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