Gustavo Rodríguez García

Si yo fuera decano del CAL

Si yo fuera decano del CAL
Gustavo Rodríguez García
09 de noviembre del 2015

Reflexiones sobre la agremiación forzosa de los abogados para poder ejercer

Una persona –también del gremio abogadil, como quien escribe- me comentó que recibió un mensaje exhortándola a votar por una determina propuesta, ahora que vienen las elecciones del Colegio de Abogados de Lima (CAL). Este comentario me hizo reflexionar sobre la tarea que debieran cumplir los colegios profesionales y, en particular, sobre la tarea que debería cumplir el CAL.

Creo que el CAL debería ser un club en el que uno quiere entrar y no en el que se tiene que entrar porque si no se ingresa no se puede ejercer la profesión. Sin embargo, inmunizado frente a la necesidad de convencer a los abogados de agremiarse, es de esperar que no exista necesidad de mejorar los servicios para el abogado porque, al final del día, si no estás en el club, no puedes ejercer la profesión por la cual estudiaste una buena cantidad de años y respecto de la cual tu universidad te otorgó un título profesional “a nombre de la Nación”.

En esa institución llamada CAL, se propone honorarios mínimos recomendados o se considera antiética la publicidad de los servicios legales. Todo ello conspira contra los clientes que son, en buena cuenta, los usuarios de los servicios que prestamos. La situación no es mejor para los que somos abogados dado que, como no hay necesidad de competir con otras opciones de mercado, ni convencer al abogado para que se agremie o para que no se vaya, el CAL no necesita invertir en formación continua para los agremiados ni en ofrecer servicios que realmente resulten atractivos. Estamos obligados a agremiarnos si es que queremos ejercer la profesión y punto.

Si yo fuese decano del CAL, impulsaría por todos los medios la agremiación facultativa. No me gustaría ser el auspiciador o promotor de una expresión adversa a la competencia sino el promotor de una institución por la que uno quiera pugnar para entrar. Plantearía, sin lugar a dudas, que la votación para los que sí se agremien sea absolutamente facultativa. La retórica del derecho a votar que también es un deber me parece contradictoria y francamente ofensiva. Probablemente un CAL que presta servicios de altísima calidad implique asumir gastos que ciertamente serán trasladados a los agremiados, pero la agremiación sería facultativa por lo que nadie estaría obligado a asumir el costo que una entidad con servicios de primera implica. Finalmente, el CAL podría destinar un fondo de sus ingresos para financiar eventos y cursos gratuitos o de bajo precio para quienes no tengan la capacidad adquisitiva que la agremiación implica. Eso es una inversión dado que querríamos que los abogados tengan más conocimientos para que mejoren sus ingresos y puedan integrarse al club voluntario.

En suma, si yo fuera decano del CAL, haría que la gente quiera entrar al CAL. No perdería mi tiempo en pelearme dentro de casa y fuera de ella. Sería un CAL distinto. un CAL que aceptaría y saludaría la competencia de otros “CAL” porque sentiría la seguridad de ganar en la pugna competitiva. Probablemente el solo hecho de pensar cómo pienso y expresar lo que pienso de la forma en la que lo hago, me condene a nunca ser decano del CAL que ahora tenemos. Felizmente.

Por: Gustavo Rodriguez García

Gustavo Rodríguez García
09 de noviembre del 2015

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