Hugo Neira

Se viene el Niño. ¡Lo que se viene es el Ñaño!

Se viene el Niño. ¡Lo que  se viene es el Ñaño!
Hugo Neira
14 de diciembre del 2015

Los riesgos que entraña elegir a un aventurero político

Un aviso aparece por todas partes. “Prepárate Perú, se viene el Niño”. Por una vez el reflejo de prevención que dicen está en la médula misma del homo sapiens, resulta que aparece ahora en nuestra sociedad. Por lo general todo nos toma de sorpresa, terremotos, golpes de Estado, migraciones de anchovetas hacia aguas menos calientes, llantas quemadas en las carreteras y pliego de reclamos, marchas antimineras, guerrillas en los 70, y ante Mario Vargas Llosa en los 90, la emergencia de un casi desconocido rector de la Agraria y fulminante vencedor, y cierre del Parlamento, el bombazo en la calle Tarata y la captura de Abimael Guzmán en una academia de baile en Surquillo y no en “el monte”! Aquí todo ha pasado, pero no de sopetón sino por esa extraordinaria capacidad peruana para eludir la realidad.

Los hechos nuevos y la emergencia de personajes que pueden alterar la historia —y no necesariamente para bien— siempre nos han agarrado con los pantalones abajo. Desde la guerra con Chile, que sorprendió a los peruanos, y mientras se reunía el Congreso para ver qué hacer (un tratado secreto, e idiota, nos unía a Bolivia), los chilenos declararon la guerra y el general Mariano Ignacio Prado no solo pasó a la historia por su fuga sino por esta frase: “No es posible. Mi compadre Pinto no puede hacerme esto”. Pinto era el Presidente de Chile. Pero no aprendemos. Nadie le creyó a Sendero cuando colgaron perros en las calles. Y un buen rato avanzaron porque un cándido presidente, o sea, puesto del lado bueno de las cosas y ciego a la maldad del mundo, dijo que solo eran “abigeos”. Monumental error de apreciación. Mucho cuenta el mito nacional,  “Dios es peruano”, y todo se va arreglar.

Ñaño es un peruanismo. Cargado de ternura, su uso no es para un recién nacido, entonces es wawa, un calato; es cuando ya es chibolo. Al ñaño lo apapacha el clan familiar hasta que peine canas. Ahora bien, aquí estamos llamando el Ñaño a un candidato a presidente en el 2016. Quién va a ser pues sino el angelical candidato César Acuña. El recalentamiento de los océanos es un fenómeno natural. Hará daño, pero se prevé sus estragos. Lo que no es predecible es lo que trama el Ñaño Acuña¡!

Y ya que estamos en la jerga, sigamos con ella. Muchos se paltean con este personaje, lo ven comerciante, provinciano, y les da roche criticarlo. “Pobrecito, viene de abajo”. Un peruano no sufre de vergüenza, se friquea. Y ante el empoderado de abajo no manya, no computa. Ya les pasó cuando apareció el “chinito”. Igualito “al japonés con tienda en la esquina buena gente”, y eso les bastó. No se hagan. Ahora con César Acuña pasa lo mismo. El empresario de la nada. El lector podrá apreciar una foto que tomé en la Feria del libro. El stand de su supuesta universidad no tenía libros. Acuña quiere este país presidencialista en sus activos privados. Y sonríe, sonríe todo el tiempo. Mala seña, en replana sonríen los sapos, el que se hace chochera para luego fregarte.

No me gustas César, crecí en Lince, mi padre que era cachaco se quitaba el uniforme para ir a verme. Crecí en un barrio de broncas y de ahí salieron doctores, un obispo y también delincuentes. Búscate tu caviar, a ellos sí puedes maletearlos, están acostumbrados, se arrimaron a Humala a quien creían cholito y el comandante les dio su patada en el trasero y hasta ahora no se reponen. Si “la haces”, un régimen de trafas mil se nos viene encima. ¡Pobre país, pobre patria! Otro jugadorazo, el de menos escrúpulos en el sillón presidencial. ¿Para qué, ah? ¡Qué inteligentes son los ocultos jefes narcos! Iremos a la globalización, vía carteles colombianos y mexicanos.

Si quieren votar por Acuña, son libres de hacerlo, si quieren suicidarse, pero por favor no canten el himno nacional muy emocionados y con la manaza puesta en el corazón. No se hagan.

Por: Hugo Neira
Hugo Neira
14 de diciembre del 2015

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