Dante Bobadilla

Sancochado electoral

Sancochado electoral
Dante Bobadilla
08 de octubre del 2015

Reflexiones sobre la ley de partidos políticos y el voto obligatorio

Excluyendo las leyes tontas como las que crean los días de la papa, el pollo o el niño por nacer, existen básicamente dos clases de leyes: aquellas que buscan ordenar un proceso real, y las que pretenden transformar la realidad o crear algo que no existe. Estas últimas son las más peligrosas, no solo porque son inútiles sino porque generalmente resultan contraproducentes, es decir, causan más daño que bien a pesar de que están justificadas con las más nobles intenciones. Ejemplos hay de sobra: la ley que se empeña en descentralizar artificialmente el Perú o la que pretende involucrar a las mujeres en la política por la fuerza.  Como bien dice la sabiduría popular: de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno. Yo añadiría que ese camino está empapelado de leyes.

En este momento se discuten dos leyes vinculadas pero diferentes: la que norma los procesos electorales y la que pretende transformar los partidos políticos. La primera es claramente una ley necesaria; la segunda es más bien una aberración. Casi todo lo que se discute alrededor de la ley de partidos no pasan de ser tonterías de segundo grado, dichas en tono académico por destacados opinólogos, maestros en la teoría pero ajenos a lo que es la vida partidaria. Ninguno ha militado en un partido ni en sus sueños; pero están dictando cátedra y exigiendo que sus postulados sean tomados en cuenta para “construir la institucionalidad democrática”. 

Yo diría que precisamente porque carecemos de institucionalidad democrática es que se discuten esa clase de leyes intervencionistas y aberrantes, que pretenden decirle a los partidos cómo deben organizarse, cómo deben elegir a sus candidatos, cómo deben financiarse y hasta cómo deben jurar sus simpatizantes. Desde la cantidad de firmas requeridas para inscribirse en un padrón inútil, hasta el porcentaje de invitados a las listas de candidatos, son discusiones ridículas. 

¿Qué les importa cómo llenan sus listas los partidos políticos? Los partidos son instituciones jerarquizadas que cuentan con sus propias dinámicas en la toma de decisiones. Lo único que se logrará imponiendo criterios electoreros es institucionalizar la mediocridad. ¿Por qué les imponen sus conceptos de democracia electorera cuantitativa? ¿Quién dijo que esa es la base de la democracia a todo nivel? Deberían dejar en paz a los partidos políticos y concentrarse en la ley electoral. Esa es la clave de todo. Allí es donde se deben colocar todos los requisitos y barreras para filtrar a los candidatos y partidos.

La primera gran reforma que deben hacer es eliminar el voto obligatorio. Mientras los partidos sepan que el elector promedio es aquel que prefiere los reality shows, seguirán llenando las listas de candidatos con vedettes, voleibolistas, cantantes folklóricos y héroes mediáticos. Y estos seguirán siendo elegidos y, por consiguiente, el Congreso seguirá siendo el circo patético que es hoy. 

El voto obligatorio es la madre de todos los comepollos, robacables, mataperros y sinvergüenzas de toda clase. Mientras el voto siga siendo obligatorio ninguna reforma importa realmente, toda discusión en torno a la institucionalidad democrática es hipócrita, ociosa y carente de importancia. Mientras el voto sea obligatorio, los debates políticos seguirán ausentes para concentrarse en el bailecito y el rap electoral, porque el mensaje debe llegar básicamente a ese 65% al que no le interesa un pepino la política pero tiene que votar.

Así que mientras el voto sea obligatorio, francamente no desperdiciaré mi tiempo debatiendo reforma alguna. Es inútil.

Por: Dante Bobadilla

Dante Bobadilla
08 de octubre del 2015

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