Sagacidad política

Los candidatos han resaltado más por sus desatinos que por sus aciertos

PPK olvida que en el Perú no son los pecados mortales los que resta votos sino los veniales. Un chicharrón y un sombrero destruyeron la candidatura de Barnechea, mientras que a Keiko Fujimori le han llovido imputaciones serias que no la han afectado (el caso Joaquín Ramírez es el más visible).

Otro error común es creer que el pasado condena a un político. Con la misma autoridad con la que se le busca cerrar el paso a Keiko por el gobierno de su padre, muchos en el 2006 le recordaron a Alan García el desastre de su primer gobierno. Alan ganó por el miedo a Humala; pero objetivamente llegó a segunda y ganó, pese a su hórrido expediente. Lourdes Flores no llegó a segunda, aunque solo erró en nimiedades. Y estas lo condenaron.

Muchos creen que la vulnerabilidad de Keiko reside en el pasado de su padre, tornando a Fujimori en el competidor fantasma de esta lid. Ella se la olió y se desmarcó bien de los símbolos de los noventa, sin dejar de representar el orden pendular en un país derrotado por la criminalidad y signado por un gobierno débil. Y es que existe un detalle que pesa en el Perú: el péndulo ¿Creyeron los antifujimoristas que PPK encajaba en el molde de sucesor pendular de Humala? Cuando un gobierno es débil lo que probablemente encaje luego es un candidato que represente el carácter sin tembladera ni diques parlamentarios.

PPK tiene el expertise y algunos hábiles alfiles que podrían hacerla bien en una hipotética oposición; si PPK se torna en fuerza centrípeta de su partido, y no se evade. Su fragilidad es que no tiene la fuerza personal ni la organización para ganar esta segunda vuelta. Carece de mayoría parlamentaria y se dejó ganar en un primer debate (mientras escribo espero el segundo) por una contrincante que usó el factor sorpresa. Como en Sun Tzu en El arte de la guerra, le quitó piso a su cansado rival, lo dejó sin armas, se salió del libreto avisando otra ruta. PPK lució débil, descubierto, poco preparado para el contraataque y la sorpresa. Quizás hoy domingo salga prevenido y entienda que en esta etapa la mejor defensa es la sagacidad y el artilugio verbal. La política para el elector peruano es solo apariencias.

Pero no es un problema de PPK. En general, esta ha sido una contienda en la que (desde el saque) todos los candidatos resaltaron más por sus desatinos que por su sagacidad y comprensión de la política. En algunos casos falló el sentido común. Julio Guzmán desestabilizó la organización de su partido con cambios que concluyeron en errores administrativos, César Acuña le ocultó todas sus joyas a Favre, Verónika Mendoza perdió el primer tiempo con un discurso denso; Barnechea creyó que se la jugaba en España y careció del reflejo para reparar que en la cancha se juega al fútbol y no al café. Mejor le hubiera ido si compartía, irónico, el chicharrón con el camarógrafo que lo ponchó.

No les receto Maquiavelo ni Sun Tzu, ni todo lo que este “columnero” ha sorbido de estrategia política, pero al menos bien hubieran podido ser más sagaces y conocedores de lo que es la política terrena. Keiko voló en silencio las primeras horas (impasible frente a “antis” iracundos que no sabían que todo “anti” genera un “pro”; y mientras más rabia, más adhesión al frente), tuvo el reflejo rápido para reducir a su propio hermano Kenji y hacer de la crisis oportunidad. Como esgrimista, al final y de súbito corrió con espada sin vaina contra su adversario. A una semana ella es quien más se acerca a Palacio. Esta es una oportunidad para pensar que la política es buen gobierno, pero también un juego que mide la sagacidad y prudencia de los hombres de Estado.

Raúl Mendoza Cánepa