Dardo López-Dolz

¿Ruido político?

¿Ruido político?
Dardo López-Dolz
06 de diciembre del 2016

Nuestra capacidad para leer la política que no pasaría una prueba PISA

Con preocupante frecuencia leo alusiones a la política como si se tratase de un tema ajeno a la realidad cotidiana y de la economía, que la distorsiona. La economía y los negocios no se desarrollan en una pecera, sino en el mundo real. Las emociones y sentimientos, decisiones (o indecisiones), actos y omisiones, apresuramientos y demoras, aciertos y errores de los actores políticos, formales y fácticos, influyen en el comportamiento del mercado y las tendencias. Seguir pensando que es algo así como una plaga estacional es un error sistemático muy costoso, que afecta endémicamente a buena parte de la mediana y alta dirección empresarial, y a veces a la propia autoridad política en ejercicio.

Las escuelas de negocios que nos formaron han asumido como propios, junto con la exitosa metodología del caso, una serie de parámetros de análisis probablemente válidos para sociedades con una supraestructura política sólida, en las cuales solo a uno que otro lunático desubicado se le ocurre cuestionar la vigencia de las instituciones cuando algo falla. En esos países se cuestiona a las personas, pero jamás a la instituciones ni al marco regulatorio. Allí son impensables casos como el de Tía María, Las Bambas o Huaycán; y si se llegan a producir, insisto, cuestionan a las personas, mas no a las instituciones.

Somos un país cuya clase empresarial dirigente y (ahora un porción importante del gabinete) de ha formado mirando a un espejo made in USA, lo que hace que a muchos les sea imposible entender la importancia de la política (la grande y la cotidiana) como una variable más del mercado. Asistimos a una combinación de probada habilidad profesional con una capacidad para leer la política que no pasaría una prueba PISA, si existiese una.

Lo descrito en el párrafo anterior se agrava hoy con un presidente cuyo estilo, validado por sus beneficiosos resultados personales, lo lleva desde hace mucho a concentrarse solo en los aspectos “macro”, no delegando sino abdicando totalmente la atención a los detalles que es donde —como sabemos los de a pie— el diablo se cuela siempre. Al carecer de lectores y operadores políticos, la tecnocracia empresarial hoy en el gabinete se apoya en el análisis de salón de la mal llamada “progresía”, absolutamente desconectada de la realidad, por lo menos desde mediados de los años sesenta. Asistimos así a pésames por Twitter por la muerte del peor dictador, o a comportamientos ministeriales que, ajenos al conocimiento más mínimo del control de daños, insisten pertinaces en el error con tesón, tozudez y terquedad.

Las pechadas irracionales no resisten el más mínimo análisis matemático. Algo solo entendible en personas que necesitan el enfrentamiento para mantener vigencia o en palomillas de balcón que jamás experimentaron un merecido ojo morado por la bravata suicida. O peor aún, disparatados cálculos políticos que parecen provenir de una humeante trasnochada en el Juanito.

La historia enseña que, en democracia, cuando se gana la presidencia pero se es minoría, solo es posible gobernar eficazmente cuando el gobernante busca tender puentes (o túneles) con aquellas fuerzas ideológicamente cercanas. Apoyarse en quienes han mostrado reiterado oficio por la traición es, más que miope, suicida. Espero que con el sol, llegue también la luz.

 

Dardo López-Dolz

 
Dardo López-Dolz
06 de diciembre del 2016

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