Neptalí Carpio

Richard Webb y la economía delictiva

Richard Webb y la economía delictiva
Neptalí Carpio
11 de diciembre del 2015

¿Qué debe ocurrir para que reaccionemos ante tanto dinero sucio?

Con cierta nostalgia académica, en un artículo publicado el domingo pasado en El Comercio, el economista Richard Webb lamenta el retraso que tuvieron las ciencias sociales para descubrir la informalidad y lo desacertado de los políticos y los gobiernos, hasta hoy, para crear marcos normativos y ejecutar políticas públicas para revertirla. Al final termina por afirmar que “la informalidad se debe entonces más a la cultura que a las normas. Legislar es fácil, pero ¿cómo se cambia la cultura? Sería más fácil si el funcionario público fuera una especie humana separada, pero las autoridades son un espejo de toda la sociedad”.  

Es cierto, después que en 1971, el antropólogo británico Keith Hart, alertó por primera vez sobre el papel central de la informalidad, tuvieron que pasar 16 años en el Perú para que Hernando de Soto, en el “Otro Sendero”, y José Matos Mar, en “Desborde Popular, Crisis del Estado”, demostraran con sendos estudios el papel de la informalidad en la economía, la política y la cultura. Desde aquella fecha se han generado numerosas normas legales y dependencias para revertir la informalidad, pero el Perú hoy sigue siendo uno de los países más informales del mundo, tal como lo reconoce el propio Richard Webb.

Lo que no se ha percatado el economista peruano es que ahora se viene consolidando una tercera economía llamada “economía delictiva”, un fenómeno social que, tan igual que hace 40 años, las ciencias sociales, los gobiernos y los políticos no quieren reconocer en su verdadera dimensión. Este tercer sector económico proviene del narcotráfico, el contrabando, la piratería y las variadas formas que utilizan sectores que corrompen el Estado y luego lavan esos activos introduciéndolos en la economía. Anualmente la economía delictiva inyecta a la economía nacional, aproximadamente, unos 15,000 millones de dólares.

Esta economía es por tanto, más peligrosa, no solo por ser delictiva, sino porque se camufla en la legalidad y contamina a la formal. Usa también a la informal, la explota como mecanismo de distribución de productos de contrabando o “pirateados”. Tiene fuertes y variadas conexiones con la economía informal y formal y ya ha llegado al vértice la estructura de grupos económicos en el Perú, tal como se puede observar en las actuales elecciones presidenciales.

La economía delictiva, como puede mostrarse en regiones como Puno, La Libertad, Huánuco, Lambayeque, Piura, el propio Callao y otras, compromete a vastos sectores populares y sostiene de manera territorial el ingreso de miles de familias en distritos y provincias. En la actualidad, aunque se pretenda ocultar, es ya un factor decisivo en la campaña electoral, con abundante avisaje en los medios de comunicación, pero oculta en instituciones universitarias y otras entidades públicas que aparecen como formales. En el Perú ya tenemos una narco-burguesía en nuestras narices.  

¿Qué tendría que ocurrir para que la academia, la clase política y el periodismo reaccionen y exterioricen abruptamente ante un tema que aparece oculto y eviten así, años después, lamentos como el que ahora Richard Webb confiesa frente a la informalidad? Quizá algo similar a México, un fenómeno multiplicado por diez comparado con lo sucedido en el Callao recientemente o una extendida, abierta y sangrienta disputa entre bandas y carteles que afecten la viabilidad nacional.

El espectacular final de la serie “Al fondo hay Sitio“  de este año, con el personaje Ángel Gaviria, puede anunciar lo que se viene en los próximos años. Un productor de TV como Efraín Aguilar parece tener una mejor lectura del Perú y una mejor visión que connotados analistas y científicos sociales. No nos quejemos después cuando, de aquí a unos 5 u 8 años, el Congreso se vea obligado a crear otra mega comisión para abordar este tema, que se impongan reformas constitucionales y/o entrega de facultades legislativas al Ejecutivo para desentrañar de donde provienen miles de millones de dólares de personajes que ya vienen pervirtiendo la economía y la política.                                      

Por: Neptalí Carpio

 
Neptalí Carpio
11 de diciembre del 2015

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