Neptalí Carpio

Ricardo Belmont y los “espartanos”

El Hermanón podría ser alcalde limeño por tercera vez

Ricardo Belmont y los “espartanos”
Neptalí Carpio
14 de septiembre del 2018

 

La frase parece trillada, pero nuevamente hay un fenómeno en el Perú que podría reafirmar aquello de que “la historia suele repetirse primero como tragedia y después como comedia”. Y es que nunca debemos olvidar que el fenómeno anterior al “tsunami Fujimori” en 1990, fue el de Ricardo Belmont en 1989, cuando de manera inusitada “El Hermanón“ derrotó a todos los partidos tradicionales en las elecciones a la alcaldía de Lima. Meses después una situación similar ocurrió cuando Cambio 90, con Alberto Fujimori, apareció en la escena nacional, ocupando un inesperado segundo lugar en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 1990. Y luego, en la segunda vuelta, terminó por derrotar a Mario Vargas Llosa, del Movimiento Libertad.

En estos días para nadie es un secreto que Ricardo Belmont se convierte ya en una amenaza, para tirios y troyanos en la capital, y puede llegar a ser elegido —por tercera vez— como alcalde de Lima. Ningún partido político que tiene representación en el Congreso ostenta posibilidades de obtener un solo curul en el Concejo Metropolitano, y menos una alcaldía distrital de las 42 en disputa en la capital. La orfandad de los partidos políticos no solo se expresará en la comuna metropolitana, sino también en la gran mayoría de regiones del país.

Tal situación, semejante a la de 1989-1992, se presenta ahora en un escenario nacional en el que una gran mayoría demanda el cierre del Congreso, y el hartazgo generado por la corrupción es capitalizado negativamente por el parlamento nacional, el Poder Judicial y el Ministerio Público. En un país de tradición presidencialista, la sociedad carente de comunidad política y de instituciones de intermediación es proclive nuevamente a salidas extremas. La diferencia cualitativa con el escenario de 1989 y 1992 es que, pese a todo, el Perú muestra una economía sin inflación, con un comportamiento macroeconómico bastante aceptable y sin el fenómeno terrorista de por medio.

Varios políticos e intelectuales, envueltos en su burbuja formal, salieron al frente de Ricardo Belmont para tildarlo de xenófobo, a propósito de la defensa de los peruanos frente a la inusitada inmigración venezolana. Pisaron el palito. Lo que no sabían es que ese pregón del Hermanón fue en realidad una deliberada operación de posicionamiento mediático frente a la gran mayoría de la prensa, que ocultaba el evidente crecimiento del ex alcalde de Lima. Lo único que lograron es catapultar a mayores sectores a Belmont, tal como diversas encuestas lo confirman. Más útil hubiera sido desentrañar la pobreza del plan de gobierno de Belmont, su falta de equipo y carencias de ideas innovadoras para enfrentar los problemas de la ciudad.

El crecimiento de Ricardo Belmont prefigura lo que puede suceder en los próximos meses y años en la sociedad peruana. En primer lugar, ya existe un gran humor nacional que reclama el cierre del Congreso, tendencia que se multiplica por las acciones de diversos colectivos ciudadanos, redes sociales y los propios medios de comunicación. En segundo lugar, se ha creado un gran vacío nacional de representación, que podría ser llenado por cualquier aventurero. En tercer lugar, la opción Belmont puede ser —para amplios sectores— una catarsis, un desfogue por el hartazgo de la sociedad, frente a la corrupción galopante.

Son fenómenos que ocurren cuando un sistema político no tiene válvulas de escape ni mecanismos de desenlace institucional cuando se presentan situaciones de prolongado enfrentamiento o hartazgo, como ocurre actualmente. Sospecho que muchos de los que optan por apoyar al candidato de Patria Libre no lo hacen por la consistencia de sus propuestas para Lima, sino como una manera de protestar por la situación actual.

Según la observación realizada en todo Lima, Ricardo Belmont tiene en Lima a cerca de 4,000 de los llamados “espartanos”, que como hormigas vienen realizando campaña a su favor, lo que no hace ningún partido democrático. Son reservistas de las FF.AA., nacionalistas desperdigados, izquierdistas de diverso pelaje y jóvenes iracundos, quienes difunden un discurso antisistema que —por ahora— Ricardo Belmont tolera por conveniencia y hasta promueve. Es una corriente de opinión subterránea que también se expresa de manera irascible en las redes sociales.

Que no nos extrañe, pues, que un eventual triunfo de Belmont en Lima sea el preludio de un desenlace mayor y del surgimiento de un liderazgo que quiera volver a “refundar la república”. Ya hemos visto otras veces en la historia cómo termina este tipo de aventuras. Las propias decisiones de Ricardo Belmont en un eventual tercer mandato de gobierno de la ciudad puede terminar en una gran frustración y fracaso, incluso peor que la gestión actual de Luis Castañeda.

 

Neptalí Carpio
14 de septiembre del 2018

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