Úrsula Letona

Resolver la deuda histórica con los más pobres

Arrastran la pobreza desde la colonia, y se mantienen en ella hasta ahora

Resolver la deuda histórica con los más pobres
Úrsula Letona
07 de mayo del 2018

 

Resulta muy alentador lo señalado por el presidente Martín Vizcarra en una entrevista en El Comercio en la que señala: “Se pueden hacer definitivamente cambios estructurales en tres años y cuatro meses. Por lo menos proponerlos, porque dependen del Congreso. Nosotros no vamos a renunciar a la iniciativa de proponer reformas. Esperamos que el Parlamento respalde y coincida en esta decisión de mejorar nuestras instituciones”. Ante esta propuesta que plantea el responsable del Poder Ejecutivo, es imprescindible que el Congreso se encuentre a la altura para dar respuestas a las propuestas de reformas, para aportar en el debate y ponerlas a consideración de los demás actores de la agenda pública, desde la academia hasta la sociedad civil.

En la perspectiva indicada, la clase política debe coincidir con el presidente de la República en la necesidad de plantear y especialmente ejecutar reformas, permitiendo que los aspectos de trascendencia ganen espacio en la discusión pública y que adquieran una mirada de largo plazo. El objetivo final debe ser la construcción de una sociedad que se encamine a la prosperidad, para lo cual previamente requerimos idear soluciones conjuntas a las significativas carencias y necesidades apremiantes, desde cada uno de nuestros roles, en forma colaborativa, sin que ello signifique claudicar a nuestras otras obligaciones constitucionales. Un tema urgente sin duda es la pobreza, aquella que aún atrapa a más del 20% de los peruanos, y la presencia significativa de desnutrición y anemia en nuestros niños. Debemos superar estos males en forma definitiva. 

Esto nos lleva nuevamente al punto de partida, los servicios fundamentales, como educación y salud, vienen presentando serias deficiencias que no permiten que los peruanos menos favorecidos puedan ingresar al mecanismo virtuoso de la movilidad social, pues no podemos potenciar sus capacidades. Y peor aún aquellos niños que han presentado desnutrición y anemia, que han sido condenados a vivir en el círculo de la pobreza transgeneracional. Lo explicado engloba tanto a los servicios de educación y salud, pero finalmente ambas carencias de los pobres están contenidas en un espacio mayor, representado por la informalidad.  

Es una paradoja frustrante y dolorosa. Nuestros compatriotas pobres arrastran históricamente esta situación: salieron del campo rumbo a las urbes en busca de mejores oportunidades, llegaron a los cascos urbanos y nuevamente se encuentran con la pobreza, lo cual lo evidencia la última encuesta del INEI. Decimos histórica pues en una primera etapa se trató de los migrantes de la zona andina, entre los años cuarenta y sesenta, los que —por la ausencia del Estado, la falta de oportunidades y de conectividad (carreteras)— dieron lugar a las grandes urbes, especialmente Lima. Lo señala de forma muy explícita José Matos Mar: “(...) se inicia la gran marcha de los provincianos huyendo de la pobreza y en busca del progreso”, Pero esa gran marcha para muchos de ellos se mantiene como una gran frustración. Con pocas palabras lo expresa Ricardina Chacón (El Comercio): “Yo nací pobre en Huánuco y sigo siendo pobre aquí (Lima)”. 

Luego, las grandes urbes y las ciudades intermedias del país se enfrentaron a una nueva ola de migración. Peruanos de todas las zonas del país, especialmente de la sierra sur, huyendo de la violencia terrorista migraron para encontrar espacios más seguros y que les permitan tener mejores oportunidades. Pero otra vez, instalados en las ciudades, se enfrentan a todas las carencias que tenían en sus lugares de origen, esta vez cargando además con el desarraigo, con toda la carga emocional y psicológica que ello implica. Finalmente, la pobreza sigue estando en los cascos urbanos donde se asentaron los migrantes, pero también en sus lugares de origen (Estructura agraria y dinámica de pobreza rural en el Perú, Grade).

Esta situación debe servir para llamar la atención de todos los actores, políticos, académicos, entidades internacionales y sociedad civil, para plantearnos el reto de encontrar soluciones a estas carencias que enfrentan gran parte de nuestros compatriotas. En esa línea de razonamiento, se ha escrito y dicho mucho sobre las reformas urgentes; sin embargo, existe mucha coincidencia en que estas debían considerar 12 ejes fundamentales que involucren las reformas prioritarias: i) educación, ii) salud, iii) informalidad, iv) reforma política, v) regímenes promocionales de empleo, vi) tributación (que comprende la revisión de las exoneraciones tributarias), vii) seguridad,  viii) reforma del Estado; y en un segundo orden, ix) descentralización, x) sistema de pensiones, xi) mercados de capitales, y xii) reforma del sistema de justicia. Esta última debe ser debidamente coordinada con las entidades constitucionalmente autónomas involucradas, debido a los riesgos que pueden implicar en el sistema de administración de justicia.

Debemos procurar saldar la deuda histórica con nuestros compatriotas que siguen en el círculo de la pobreza, la que arrastran desde la colonia, que se extendió con el nacimiento de la República y que —próximos a los 200 de nuestra independencia— aún se mantiene. Si bien no podremos resolver este grave problema en forma inmediata, por lo menos dejemos sentadas las bases estructurales para su solución en el futuro.

 

Úrsula Letona
07 de mayo del 2018

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