Carlos Adrianzén

Resignados y asustados

Sin mejoras en la calidad del gasto público

Resignados y asustados
Carlos Adrianzén
28 de agosto del 2018

 

El segundo ministro de Economía de la administración Vizcarra luce feliz corrigiendo su proyección de crecimiento del PBI para el presente año hacia el 4%. Si fuésemos una nación desarrollada —con un producto por persona diez veces mayor, por ejemplo— deberíamos compartir con el funcionario esa felicidad, porque un crecimiento de 4% para una economía rica es una gran cosa. No lo es tanto para una economía emergente modesta que —a pesar de los extraordinarios precios externos que recibe— aún no termina de recuperar su otrora destacable ritmo de inversión privada (que crecía a tasas anualizadas del 28% a mediados del 2008), mientras que —a junio pasado— su tasa anualizada rebota diligentemente apenas al 5.5%, con un ratio sobre el PBI de 17%.

Y este quizás es el punto. Estamos resignados —en estos tiempos post humalistas— a defender nuestra estabilidad nominal y punto. Nada de reformas y mucho de maquillaje. Me refiero a esta reforma política que profundiza el status quo y a toda la batahola de la lucha contra la corrupción burocrática, que no aprisiona a nadie a pesar de la sucesión de escándalos post Lava Jato y compañía. El detalle sugestivo de esta resignación implica la profundización de la sucesión de errores en materia de elevación de mayores cargas tributarias, regulaciones, presupuestos estatales y trabas burocráticas en general.

Pareciera que la elegante señora Nadine Heredia y sus colaboradores cercanísimos —a pesar de las serias acusaciones que caen sobre ellos— nos siguen gobernando, en un ambiente donde las novedades implican siempre algún nuevo escándalo de corrupción burocrática vis a vis con la elevación de la escala estatal y poderes de la misma burocracia. Todo esto con cero mejoras en la calidad del gasto y con muchas voces locales que vociferan en la mayoría de los medios —hoy añorantes de subsidios, luego de la Ley Mulder— por más estatismo (regulaciones, presupuestos, impuestos, etc.).

Dentro de esta resignación nos cae implacable una lluvia de realidad: la lluvia de hermanos venezolanos. Este último detalle ponderémoslo en perspectiva. No caigamos en la visión romántica y superficial del asunto y enfoquemos de dónde viene y a qué va la cosa. El punto de partida de la tragedia venezolana se construye sobre dos íconos del buen gobierno de izquierda latinoamericana: las dictaduras cubana y venezolana. O lo que para algunos sería lo mismo: la ignota ocupación cubana de Venezuela).

Estos supuestos íconos de buen gobierno para el íntegro de las agrupaciones políticas e intelectuales de la izquierda peruana, lograron dos cosas consistentemente: han mantenido a flote a la pauperizada Cuba de los hermanitos Castro y han destruido económicamente a la también pauperizada (a nivel de crisis humanitaria) Venezuela chavista. No sorprende para nada ver a los simpatizantes locales no decir ni pío del asunto. ¿Dónde están los febriles admiradores locales —Marisita, Veroniquita, el curita Arana, Ollantita, et al— del chavismo? ¿Por qué están tan calladitos? ¿Nos ofrecerán la misma receta económica de los chavistas? Su electorado obsecuente tendrán, supongo.

Pero recuperemos la perspectiva. ¿Qué están haciendo los castrista-chavistas al expulsar —a través del hambre y la violencia— nada discretamente a millones de ciudadanos venezolanos hacia otros países de la región? ¿Quieren despoblar Venezuela para que la pobreza ya no se note tanto? ¿O buscan algo más? En la actualidad, por ejemplo, nuestro país dista de experimentar su mejor momento y como establecimos párrafos atrás tiene un gobierno paralizado, timorato, resignado. La recepción de un número hoy indeterminado de cientos de miles de hermanos venezolanos implica un esfuerzo fiscal con fines humanitarios que hoy no podemos ofrecer.

Tal vez por allí va la bala enviada desde Caracas (La Habana quise escribir) a Lima. Tenemos un quinto de nuestra población involucrada en la incidencia de pobreza y la llegada de tal volumen de inmigrantes no dibuja un evento menor. Su desarrollo e impactos de corto plazo los conoceremos en los próximos días. Mucha gente está asustada y otra (esa ignota porción de chavistas locales) estará asustando; exigiendo más subsidios y gastos que hoy la economía peruana no está en condiciones de manejar holgadamente.

Y este es el punto que a esta administración tan asustada y resignada le toca enfrentar. Tal vez ellos deben usar un poco de lógica. Si no vamos a ser impactados por la irresponsabilidad de un régimen socialista genocida es menester tomar una posición definida. Devolver la bala. Catalizar agresivamente el retorno de Venezuela a un cauce democrático. Venezuela debe ser para los venezolanos.

Al mismo tiempo, deberíamos estar enfocados agresivamente en crecer mucho más y multiplicar nuestra tasa de inversión privada. Y no apresurarnos por aumentar esa porción pequeña de gato estatal que generosamente se etiqueta como inversión pública.

 

Carlos Adrianzén
28 de agosto del 2018

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