Daniel Córdova

Requiem por el populismo anti-empresarial

Requiem por el populismo anti-empresarial
Daniel Córdova
28 de octubre del 2015

¿Hay en electores un sentimiento anti-empresas mayoritario?

Desde siempre la política tradicional ha privilegiado en el Perú el discurso anti-empresarial como medio de congraciarse con el ciudadano de a pie. Tirios y troyanos, temerosos de ser llamados lobbistas, se esfuerzan en tomar distancia de los “poderosos” y construyen discursos hostiles a las organizaciones que generan la riqueza de nuestra sociedad. No reparan sin embargo en que el Perú ha cambiado y que el discurso pro-empresa adecuadamente distanciado del mercantilismo puede ser el del cambio, el del anti-sistema, el retador, el ganador.

Los últimos discursos de Keiko Fujimori son sintomáticos de que ha decidido adoptar el discurso de la política tradicional, aquel que enterró su padre. El que algunos llaman caviar y otros progresista. El más reciente ha sido contra las empresas mineras y contra la élite empresarial. Les ha echado la responsabilidad de la frustración de los proyectos boicoteados por la neo-izquierda ambientalista. Ello en el marco de una transparente estrategia de hacer el camino inverso de Ollanta Humala versión 2011 y correrse al centro, si no es a la izquierda.

Sin perjuicio de que, como suele suceder, en la campaña se diga una cosa y quien gane haga otra, es lamentable que los políticos en carrera se trepen al coche anti-empresarial para ganar votos.

La empresa privada es el vehículo esencial de la creación de riqueza. Y en el Perú las extractivas desempeñan un rol crucial para el desarrollo nacional, con un impacto local que si bien no se sabe aprovechar, incrementa los ingresos de miles de personas.

A cualquier empresario de países en donde predomina el estado de derecho, le causaría estupor que lo “políticamente correcto” sea pedir que sean suspendidos proyectos como Conga o Tía María acatando protestas violentas generadas por líderes corruptos (Santos en Cajamarca, Gutiérrez en Arequipa), violando la ley y causando pérdida de vidas humanas. Que las empresas estén obligadas a aprender a lidiar políticamente con estos asuntos y a colaborar con el desarrollo más allá de pagar sus impuestos, no las hace responsables de los conflictos. Que hayan cometido torpezas no justifica su condena. El origen de los conflictos ha sido la incapacidad del Estado, en todos sus niveles de poder, para hacer cumplir la ley y convertir los impuestos en más riqueza.

Joseph Schumpeter fue el primer economista que hizo del emprendimiento y la empresa el corazón del desarrollo económico. La filósofa de origen ruso Ayn Rand le dio sustento moral al mostrar cómo quienes se oponen a la empresa con argumentos “sociales”, suelen paradójicamente vivir de ella y trabajar para destruirla.

El populismo anti-empresarial es la opción fácil que toman aquellos que no están dispuestos a liderar para generar cambios positivos relevantes. Están dispuestos a sacrificar el progreso por una idea equivocada de justicia: la de considerar que es mejor distribuir lo que hay, sin importar que se reduzca la torta, en lugar de hacer crecer la torta para que los pobres sean menos pobres, sin importar que los ricos sean más ricos.

El Perú ha cambiado. La idea de emprendimiento ha tomado fuerza. La idea de empresa y empresario no es más anatema, siempre y cuando se encuentre un discurso que demuestre la coherencia entre esa idea y el desarrollo social. Los asesores de campaña, sin embargo, insisten: “hay que decir lo que la gente espera”. No ven que lo que la gente quiere escuchar es algo diferente. Algo que los sorprenda por novedoso, por innovador, por optimista, por realista y no por complaciente.

Por: Daniel Córdova

Daniel Córdova
28 de octubre del 2015

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