Representar, lo es todo

Los partidos políticos están dando respuestas a ecuaciones del siglo pasado

Representar es, por estos trópicos, el verbo de anhelo para los débiles partidos políticos.  El 83% de los peruanos no se siente representado por esas organizaciones y un 66% afirma que no haría vida política partidaria activa, es decir no sería militante.

Charles de Gaulle, odiado por Roosevelt y aborrecido por Churchill -y que algo sabía de política- no creía en la representación de los partidos políticos. Los ninguneaba. Creía en cambio en una nueva Francia plebiscitaria y asambleísta, con un presidente con amplios poderes sin llegar a la dictadura perfecta. No podía -escribió luego en sus memorias- creer en los partidos políticos porque “solo servían para cocinar su propio estofado, en su pequeño fuego, en su pequeño rincón”. Por eso en 1946, un año después de haber sido elegido presidente por primera vez, con funciones solo decorativas, renunció y dejó la Francia que hizo libre “al régimen exclusivo de los partidos”. Doce años después volvió del autoexilio para fundar su propio partido político, el Reagrupamiento del Pueblo Francés, siendo André Malraux, el de la Condición Humana, su vocero y posterior ministro. El “gaullismo” se convirtió así en partido político, representó las aspiraciones del pueblo francés en un contexto difícil y fundó la V República, basada justamente en lo que De Gaulle nunca quiso: un sólido equilibrio de pesos y contrapesos entre partidos políticos para establecer una democracia sana. Representar es la palabra.

Mucho más allá, en el País del Centro, China,  el ahora ex secretario general  Jiang Zemin, en el año 2000, reflexionaba sobre cómo, después del logro sorprendente del capitalismo en China, el Partido Comunista podría representar a sectores emergentes en el paisaje social, productivo y cultural. “Todo partido, no solo el PCCH, sino cualquier partido occidental, debe aspirar a representar a la excelencia productiva, económica, cultural y del pueblo en general. En caso contrario, ¿cuál es su legitimidad? declaró alguna vez Liu Ji, discreto aportante de la Teoría de las Tres Representaciones, como se le conoce. De tal forma que hoy el PCCh tiene entre sus 83 millones de afiliados a grandes, medianos y pequeños empresarios que representan ese “sector emergente” resultante del milagro capitalista. La reflexión ahora alcanza a cómo representar las demandas de los jóvenes disidentes en Hong Kong que exigen apertura. Nuevamente representar es la palabra.

En el Perú si bien no hay una figura atávica como De Gaulle, ni un partido único como en China, la representación es la pieza principal del gran teatro de problemas que agobian la estabilidad del sistema político. Si 83% de peruanos no se siente representado por partido alguno la culpa no es de ellos sino de la incapacidad de las dirigencias políticas para entender las demandas e intereses de millones de ciudadanos. Más aún cuando nuestro país cambió de piel como producto de la migración del campo a la ciudad y también de un modelo económico que permitió que esos migrantes sean hoy clase media emergente, informal en su mayoría, sin compromisos con el Estado y menos todavía con partidos políticos, en medio de una revolución tecnológica permanente y de una regionalización confusa.

Alguna vez Octavio Paz dijo: “que las respuestas no sean correctas no quiere decir que las preguntas lo sean”. Parece que los partidos políticos están dando respuestas a ecuaciones del siglo pasado. Nuevamente representar es la palabra.

Por Iván Arenas
(22 - oct - 2014)