Giovanna Priale

Reforma tributaria y de salud: el caso de EE. UU.

Su impacto en la economía y en la población es difícil de predecir

Reforma tributaria y de salud: el caso de EE. UU.
Giovanna Priale
22 de diciembre del 2017

 

El día de ayer el presidente Trump ha incluido, como parte de la reforma fiscal, la derogación del Obamacare, en el marco de una propuesta de recorte de impuestos a las grandes empresas y a los ciudadanos, con la finalidad de impulsar el crecimiento económico. Según los críticos del Obamacare, al estar este exento del pago de impuestos, el Gobierno dejaría de recaudar US$ 270,000 millones al año.

 

No obstante, en opinión de los defensores, al eliminarse esta ley, al 2021 cerca de 24 millones de personas no contarán con seguro médico. Asimismo, al reducir la tasa de impuestos del 35% al 21% para las empresas y rentas, e incluir un conjunto de excepciones para los ciudadanos, el déficit fiscal, según algunos expertos, se incrementaría en US$ 1.5 billones en la próxima década.

 

Esta reforma tributaria y de salud es compleja pues el impacto en la economía y en la calidad de vida de la población resulta difícil de predecir. Sin embargo, bien vale la pena mencionar que el Obamacare incluía obligaciones específicas para las compañías de seguros, de las cuales señalaré tres que me parecen cruciales: la imposibilidad de rechazar o incrementar la prima de seguros a cualquier persona que padezca de alguna enfermedad pre existente, la protección a los jóvenes (al permitirles permanecer en la póliza familiar hasta los 26 años de edad) y el cuidado preventivo gratuito.

Se podría argumentar que el Obamacare incrementó los costos de protección social para una empresa y que, además, tuvo un impacto directo en la menor recaudación. Pero en salud, el arte de la política pública es buscar el instrumento que permita la mayor cobertura al paquete básico, y que este no solo esté disponible para el que pueda pagarlo privadamente. De manera tal que lo recomendable sería presentar un plan alternativo que logre el objetivo y sea menos costoso para el Estado.

En materia estrictamente fiscal, la estrategia se parece mucho a la aplicada por el ex presidente Reagan, quien emprendió la rebaja de tasas, bajo el supuesto de que ante un mayor ingreso disponible se incrementaría la producción y el consumo, y se reducía el uso de otros países como paraísos fiscales y se mitigaba la evasión o elusión tributarias. En suma, el comportamiento del consumidor permitía que la reducción del impuesto a la renta actúe como un gatillador del crecimiento económico. Sin duda la coyuntura es otra a la vivida en los noventa, y la apuesta del presidente Trump va también por atraer la inversión internacional y la propia, con condiciones tributarias más competitivas. En esta línea resulta fundamental que se den señales, en el corto plazo, de reactivación de la economía americana a través de los anuncios de las grandes empresas de trabajar en EE. UU. y, con ello, señales de generación de nuevos empleos.

Sin duda la economía es pragmática pero ya el Premio Nobel de Economía, Richard Thaler nos ha demostrado que las decisiones de las personas no siempre obedecen a criterios estrictamente racionales, sino que también dependen de otras variables, como las psicológicas, que pueden desviar las decisiones finales. Así que tan importante como las medidas resulta hoy la manera cómo estas se comunican al ciudadano y al empresario. La estabilidad jurídica y las reglas de juego claras resultan el elemento inicial indispensable.

 

Giovanna Priale
22 de diciembre del 2017

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