Diethell Columbus

Reforma en las nubes

El voto voluntario y sus posibles consecuencias

Reforma en las nubes
Diethell Columbus
14 de marzo del 2017

El voto voluntario y sus posibles consecuencias

En los últimos meses se ha discutido en foros políticos, académicos y sociales sobre la necesidad de iniciar un proceso de reforma político electoral y lo que ello implica. Sin embargo, lo avanzado hasta hoy parece que no dejará satisfecha las expectativas ciudadanas, más aún si no aterrizamos la mayoría de las propuestas que se plantean.

El voto voluntario es uno de aquellos temas que ameritan un análisis profundo sobre el impacto que tendría para la institucionalidad democrática de nuestro país. A propósito, cabe resaltar que en más del 80% de los países que conforman la OCDE se tiene el sistema del voto voluntario; empero, como decía Carlos Meléndez en un artículo que escribió ya hace algún tiempo, no porque en otros países algo funcione, significa que en el Perú la receta resulte igual. Al parecer, seguimos sin aprender de nuestros errores.

Si hacemos una encuesta sobre qué es lo que la ciudadanía prefiere, la respuesta mayoritaria sería obvia. No obstante, quienes impulsan la reforma del voto voluntario deben ser conscientes de que con la precariedad institucional que agobia al país, esta propuesta debilitaría aún más nuestro sistema democrático. Y ni qué decir de la legitimidad de las autoridades políticas que serían elegidas con un aproximado del 50% del padrón electoral. Nótese que con el sistema de voto obligatorio el ausentismo fue de casi el 20% en la elección 2016.

Para ejemplificar lo dicho, debemos hacer un paralelo entre el voto obligatorio y un posible escenario con voto voluntario, y para ello usaremos el caso de la elección congresal pasada y el resultado que obtuvo la bancada fujimorista. En la última elección Fuerza Popular, como organización, obtuvo un promedio de 4.5 millones de votos y ello les valió para obtener un total de 73 escaños. La cantidad de votos que obtuvo el fujimorismo equivale al 19% del total de ciudadanos inscritos en el padrón electoral (23 millones aproximado). En otras palabras, con los votos de casi la quinta parte del total de electores obtuvieron más del 50% de curules en el Parlamento. Nos guste o no, así lo establecen nuestras normas electorales.

Como recordarán, esta situación generó más de una crítica, sobre todo de las huestes antifujimoristas (cabe señalar que en igual o peor situación están las demás organizaciones políticas). Ahora imaginemos el escenario político con un sistema de voto voluntario. Fuerza Popular obtiene un aproximado de 2.2 millones de votos, vale decir, casi el 10% del total de ciudadanos registrados en el padrón electoral y pese al bajo caudal electoral obtenido igual consiguen 73 plazas congresales. ¿Se imaginan cómo reaccionarían las demás fuerzas políticas? Ahora imaginen esa misma situación para la elección presidencial. ¿Acaso no sería delicada la situación política?

Como vemos, el problema general del proceso de reforma que se viene impulsando desde varios frentes es que no tiene un norte definido. Las propuestas van y vienen, de acuerdo a la temperatura de la platea, y ello no es bueno y mucho menos serio. Insistir con el voto voluntario sin analizar las consecuencias que traería para nuestro debilitado sistema democrático es tan irresponsable como el proponer que se vuelva a la bicameralidad sin antes haber trabajado una profunda reforma del sistema político. Grafiquémoslo de la siguiente manera: Es querer entregarle un auto de lujo a un chofer de la empresa Orión. La máquina puede ser extraordinaria, pero quien está detrás del volante es lo que importa. Yy eso mis queridos amigos es lo que no se discute hasta ahora.

Mientras la reforma político electoral siga en discusiones teóricas o doctrinarias, todo esfuerzo será en vano.

 

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Diethell Columbus
14 de marzo del 2017

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