Octavio Vinces

Recordando a Macbeth

Recordando a Macbeth
Octavio Vinces
23 de septiembre del 2014

Invocando a Shakespeare para trazar paralelo con las alturas del poder político peruano

Hay parejas que son inconcebibles uno sin el otro. Harold Bloom, el famoso crítico literario de la Universidad de Yale, afirma que Macbeth puede ser llamado el más desafortunado de los personajes shakesperianos precisamente por ser el más imaginativo, a pesar de haber sido dotado de una inteligencia poco menos que ordinaria. De ahí que sus niveles de autosugestión y de terror sean pavorosos. Como en muchas de las grandes obras literarias, el personaje de Macbeth manifiesta una ambivalencia, que en su caso aparece subrayada por el personaje de su esposa, Lady Macbeth, notoriamente más inteligente que él y responsable de que sus bajas pasiones dejen el ámbito de la simple fantasía y se conviertan en el detonante de verdaderas carnicerías. Esta inclinación por la ambición desmedida, a la larga, arrojará a la pareja a una espiral de terror y culpa que terminará por destruirla.

En el devenir de traiciones y deslealtades, puede llegarse a aniquilar a aquellos que aparecen ante los ojos de los demás como colaboradores cercanos o personajes de extrema confianza. La ambición puede más que la amistad, la lealtad,  o incluso el amor filial, como en el caso de Layo, rey de Tebas y padre de Edipo. Pero la destrucción de colaboradores cercanos también puede ser una forma de resolver las diferencias de pareja.

La obra de Shakespeare brinda una precisa descripción de la naturaleza humana. Harold Bloom —shakesperiano empedernido— llega al extremo de proclamar que el espíritu del hombre moderno es, nada más ni nada menos, que una invención de Shakespeare. Olvidémonos, pues, de Freud o Wittgenstein. Más allá de este tipo de fervores cuasi religiosos, lo cierto es que leer a Shakespeare resulta siempre ilustrativo, incluso para trazar paralelos con los poco literarios personajes de nuestra aniquilada «clase política», con todo y sus aparentes carencias.

Viene a cuento esto cuando, pocos días después de la publicación de la última encuesta del poder en el Perú, la pareja presidencial (ella, la más poderosa, él, el segundo más poderoso; o ambos empatados técnicamente, si así se prefiere) resuelve deshacerse del tercero más poderoso (o del tercero en discordia, si así se prefiere), es decir el ministro Miguel Castilla: el hombre de confianza de la primera dama, el garante de la coherencia del programa económico.

Si alguna vez Miguel Castilla ha sido lector de Shakespeare —es probable que así haya sido, se educó en una escuela con declarada vocación anglófila—, tal vez en estos días se sienta identificado con Baquo. Y acaso como Baquo termine convirtiéndose en un fantasma que dialoga con Macbeth, el rey que lo convirtió en su mano derecha y que provocó su muerte ominosa.

Por Octavio Vinces

(23 Set 2014)

Octavio Vinces
23 de septiembre del 2014

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