Rocío Valverde

RACISMO INTERNALIZADO: DE EUROPA PARA EL MUNDO

RACISMO INTERNALIZADO: DE EUROPA PARA EL MUNDO
Rocío Valverde
16 de enero del 2017

Mirar por encima del hombro a los compatriotas es un desatino sin nombre

Creo que no hay nada que me enrabie más que escuchar o leer a algún peruano que viva fuera del país comparando odiosamente a "inserte aquí país europeo o de oceanía" con alguna ciudad de Perú, especialmente con Lima. Quizás porque soy de Lima, quizás porque en el colegio me enseñaron a cantar canciones de Chabuca Granda, quizás porque resuena en mi cabeza ese refranero preciso de mi abuela: "La vaca no se acuerda cuando fue ternera".

Yo tengo una envidia infinita por las normas medioambientales de la Unión Europea, su red Natura y su política de crecimiento verde. Siempre he dicho que me sorprende ver tanto verdor en ciudades donde jamás me lo hubiera esperado, como Oxford o Londres, y me salen canas verdes al comparar el diseño urbano de estas ciudades con el caos que es el skyline de Lima. Pero lo que nunca he soportado es el menosprecio, los sufijos despectivos y ese odio internalizado por el país de tus ancestros que muchos peruanos escupen rabiosamente en las redes sociales.

Leí pues en un post de un video que mostraba las calles inundadas en Lima a alguien que ponía el siguiente mensaje, y perdonen de antemano las faltas de ortografía "Lima está desastrosamente precaria, sobretodo de gente sucia. Yo vivo en Italia y la cultura es diferente, la gente la hace diferente. Hasta cuando sera un pais mediocre sin cultura".

Yo no puedo ver esas cosas porque la bilis me sube a la boca. Me arde en el alma ese tipo de comentarios de gente que, por haber cruzado el charco, creen que se han vuelto seres celestiales. Y si se han casado con un extranjero, inmediatamente el color de la piel les baja dos tonos, o no pisan suelo si cambian su apellido a uno como Fontaine, Wagner o Brown.

Cree que todos los ciudadanos del mundo entendemos que ningún país es un paraíso, todos tienen sus problemas; pero poner una cultura por encima de la otra es un grado de estupidez supina, que se sale de la escala. Si alguien toma ese evento de calles anegadas para decir que Lima es una ciudad llena de cerdos, entonces les contaré mi aventura por Roma y el Vaticano.

La semana pasada estuve en Italia unos días ya que mi padre quería ir al Vaticano, contra viento y marea, y para que no vaya solo decidimos acompañarlo. Al llegar a Italia reconocimos instantáneamente el carácter latino: gente sonriente, un poco basta, bromista y recurseadora. Al salir del autobús e intentar cruzar la calle nos dimos cuenta de que estábamos en la jungla. La gente maneja igual o peor que en Lima, los motoristas son de cuidado, los peatones cruzan por donde les apetece y los coches se detienen donde mejor les venga. Al ir a desayunar un gracioso camarero nos vio y dijo: ¡Bongiorno! Respondimos como Brad Pitt en Malditos bastardos. “¿Desayuno inglés?” nos pregunta. Un café, un supuesto zumo de naranja recién exprimido y una tortilla de huevo por el módico precio de seis euros. ¿Seis euros?. Acostumbrados a desayunar mejor y por 3.50 euros en España. Nos pareció excesivo pero aceptamos. Todo delicioso salvo que el zumo habría sido recién exprimido cuando se embotelló, porque de fresco tenía lo que yo de rubia. Pero bueno, en toda ciudad hay un pillo.

Luego nos dirigimos al Coliseo Romano en un día en el que el frío te cortaba las manos . Hacía tanto frío que la frase española "hace rasca" podría ser entendida por todo el mundo ante este clima extremo. Las piletas estaban congeladas y mis tres chompas y dos bufandas no podían hacerle frente a la helada. Mi padre que tiene las dos rodillas operadas estaba trotando en el sitio como si le hubieran dado un red bull. Fue en ese momento cuando una mujer se detuvo de golpe en la calle, cogió su nariz con dos dedos a modo de pinza y se sonó los mocos dejando que sus fluidos caigan sobre la acera. Yo horrorizada tenía flashbacks de aquella otra mujer que hizo lo mismo en Londres, y cuyos mocos empujados por el viento cayeron sobre mis zapatos de charol negros. Por suerte esta vez me detuve en seco y di un golpe de timón para no chocarme con sus mocos. Pero bueno, cerdos hay en todos lados.

Seguimos nuestro camino al Coliseo y es fantástico, impresionante; y sí te quita el aliento darte de cara con una obra colosal del año 72 D.C. que sigue en pie. Regresando a casa mi padre estaba cansadísimo, yo me había hecho daño en la rodilla y me estaba apoyando en mi esposo para caminar. De repente sonaron los timbales y en la esquina del viejo barrio los vi pasar: dos rateros por delante y uno por detrás. Mi padre y yo nos dimos cuenta en un segundo de que nos estaban cercando. Entonces como bien me enseñó mi papá de chiquita recordé que lo que el ratero no quiere es escándalo. Así que cojeando dije en voz alta, sabiendo que el italiano es muy parecido al castellano: ¡Esos dos son ladrones! Y al de atrás le dije: ¡Y tú también eres un ladrón! Funcionó, gracias Lima y Madrid por haberme enseñado con sangre a enfrentar a los ladrones, pues en ambas ciudades era casera de los llamados "bolsiqueadores". El dúo de ladrones se esfumó y el de atrás se quedó a lo lejos. Mi padre entró en modo "obsesión y psicosis" y pensaba que nos iban a atracar en cualquier esquina o entrando al portal del hotel. Mi padre no salía de su asombro, porque el hotel quedaba frente a una comisaría donde había aparcadas, por cierto en doble línea amarilla, varias patrullas de policía. Pero bueno, rateros hay en todos lados y policías que hacen ojos ciegos también.

El último día, yendo a coger el bus hacia el aeropuerto, nos dimos cuenta de que no había paradero y que nadie sabía si el autobús venía o no, pues siempre llegaba tarde o no venía. Pero bueno, informalidad hay en todos lados. Así como también hay mendigos congelándose cobijados en cajas de cartón y sacos de dormir frente a cualquier iglesia. Incluso frente a la mismísima Basílica de San Pedro, que se jacta de ser la más grande, pues así está marcado en su cimiento, y que solo frente al temporal que ha dejado varios "sin techo" muertos en Italia parece haber espabilado.

Por cierto si el Vaticano está acogiendo a los sin techo para que duerman en sus iglesias y se refugien las 24 horas, espero que el resto de iglesias agachen la cabeza y procedan de la misma manera. Porque, oye, compasión hay en todos lados ¿no? Si algún peruano en el extranjero lee estas líneas por favor haga una limpieza de closet, piensen en todo lo que han comprado en las rebajas de enero y la ropa que se está acumulando en el fondo del armario. Los invito a donar su ropa o frazadas a los sin techo, porque este invierno está muy fuerte y cualquiera podría estar en sus zapatos.

La cultura la llevamos a cuestas, y escupir babas de tu país sin mover un dedo no queda bien. Espero que desde ya llames a tu casa todos los días y los instruyas con la educación académica o con las vivencias que te ha otorgado el irte fuera. No confundan conformismo con decoro, protesten pero hagan algo. Todos los países tienen problemas y todos queremos lo mejor para el Perú, pero mirar por encima del hombro a la mayoría de compatriotas porque resides en otras tierra es un desatino sin nombre. Si lo que van a escribir es algo que no se atreverían a decir en público, si no lo dirían frente a sus padres, entonces no destruyan el silencio. Por favor, el teclado es como un piano. No desafinen.

Por Rocío Valverde
Rocío Valverde
16 de enero del 2017

NOTICIAS RELACIONADAS >

El zumbido

Columnas

El zumbido

¿Es un avión?, ¿un enjambre de abejas, ¿un...

03 de febrero
Otro coronavirus llega desde Asia

Columnas

Otro coronavirus llega desde Asia

El año 2019 culminó con la noticia de una misteriosa enf...

27 de enero
Veganuary

Columnas

Veganuary

Los noticieros de estas semanas, las primeras del año 2020, me ...

12 de enero

COMENTARIOS