Martin Santivañez

¿Quo Vadis PPC?

¿Quo Vadis PPC?
Martin Santivañez
10 de octubre del 2014

La del partido de Bedoya parece ser una crisis grave de principios, un problema ideológico

“Frater qui adiuvatur a fratre quasi civitas firma”. “El hermano ayudado por su hermano es fuerte como una ciudad amurallada”, dice el Libro de los Proverbios. Me parece que los amigos del PPC, pese a estar formalmente unidos a la raíz fecunda de la doctrina social de la Iglesia, frecuentan poco las escrituras y prefieren abrazar los dogmas de la facción. Lo que está haciendo el PPC equivale a destruir la ciudad amurallada de su doctrina fundacional, postergando los principios en aras de un cainismo espurio propio de ideologías paganas que nada tienen que ver con la teología política y sí con la excesiva radicalización. Me apena contemplar cómo el PPC se está convirtiendo en un Campo de Agramante en el que las pullas y los puñales se han transformado en el triste idioma común. Me apena y preocupa, porque la doctrina socialcristiana es esencial para cualquier proyecto regenerador en el país.

Lo cierto es que el affaire Secada ha pasado factura logrando que la polarización larvada en el PPC llegue a extremos de paroxismo. Una regla fundamental de la verdad política es la condena del error. Siendo así, la candidatura de Secada nunca se sostuvo por ningún lado. Su filo-caviarismo no disimulado, su ignorancia suprema sobre los principios de la doctrina social de la Iglesia, la peligrosa conducta de la que hizo gala a lo largo de su brevísima trayectoria pública y el desprecio que mostró frente a los cauces oficiales de la vida partidaria convirtieron su defensa en una causa perdida. El secadismo fue el signo visible de la crisis del PPC. Pero no, como todos piensan, su debacle patética. El signo evidente de la crisis que atraviesa el partido no fue la caída de Secada sino su encumbramiento. ¿Cómo un partido socialcristiano puede elevar al primer plano de la dirigencia a un sujeto como Secada? ¿A él, a la antítesis de la doctrina social de la Iglesia?

Por eso, mucho me temo que esta crisis del PPC no es una crisis coyuntural, fruto de la lucha fratricida de dos visiones operativas dentro del partido. Creo, temo, intuyo, que lo que se esconde detrás de esta pelea barriobajera es una crisis de principios, un problema ideológico grave, un desconcierto transversal de difícil pero no imposible solución. Si la sal, si la levadura se pierde, entonces nada fermenta, el producto ideológico no es comestible, consumible, apto para el poder.

¿Cuál es, entonces, la solución? El retorno a los principios. Y para ello hace falta humildad, mucha humildad. “Llevad los unos las cargas de los otros, y así cumpliréis la ley de Cristo”, exhortaba San Pablo a los Gálatas. Esa es la disposición auténtica del socialcristianismo: ante el agobio, ante la sobrecarga ideológica, ante la radicalización en el insulto, hay que llar la carga de los otros, hay que ahogar en caridad y claridad la losa pesada de la disensión. “Carga sobre ti –decía San Ignacio de Antioquía–, como perfecto atleta de Cristo, las enfermedades de todos”. Esta enfermedad del PPC la conjurará el líder-atleta que cargue sobre sí las desavenencias y las posponga mientras regresa con decisión al manantial puro de los valores sobre los que se funda la doctrina socialcristiana, un sistema de principios esenciales para toda regeneración.ev

Por Martín Santiváñez Vivanco
10 - oct - 2014  

Martin Santivañez
10 de octubre del 2014

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