¿Quiénes están sentados en nuestras aulas escolares?

Sobre la relación entre las políticas públicas y nuestra realidad social.

A la vena, directo y por sentido común … ¿cree usted que la desnutrición crónica infantil y la anemia afectarán los aprendizajes de los niños en la escuela? Y una segunda pregunta: ¿cree usted que la ingesta de alcohol durante la concepción y el embarazo tendrá repercusiones en los aprendizajes aludidos?

En una serie de artículos anteriores hemos insistido en la necesidad de partir de REALIDADES para la formulación de políticas públicas educativas. Por dolorosas que estas puedan parecer inicialmente. Porque más doloroso aún resultará –en términos humanos y económicos- comprobar el fracaso educativo por no haber hecho frente a dichas realidades. De nada valdrán Comisiones, Mesas de Trabajo, consultorías y asesorías si no admitimos situaciones existentes. Por dramáticas que sean. Estaremos gastando, pero no invirtiendo.

Hemos ya afirmado que “Nos hemos olvidado del a quién nos estamos dirigiendo en la educación. De su cerebro y su realidad.” Y añadíamos “¿Se habrá hecho un estudio serio de cuáles son las competencias y habilidades de nuestros niños y jóvenes, cuáles sus motivaciones y actitudes…?”. Porque si la educación supone un proceso comunicativo es indispensable –para que ese proceso funcione- conocer al receptor.

Un reciente estudio del Grupo de Análisis para el Desarrollo (GRADE) y el Centro Nacional de Nutricionistas (CENAN) nos dice que seis de cada diez niños entre seis y diecisiete meses padecen de anemia por deficiencia de hierro. Y todas las investigaciones demuestran que durante los dos o tres primeros años de vida se desarrolla el 80% del peso del cerebro. Todo déficit nutricional en esta etapa significará inexorablemente en el futuro un deterioro de las funciones relacionadas con el aprendizaje. Las capacidades de atención y memoria se verán deterioradas.

Por otra parte, un proyecto de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile –realizado con el apoyo del National Health Institute de Estados Unidos- comprueba que la ingesta de alcohol durante el embarazo genera el llamado síndrome de alcohol fetal. ¿Cuál es el resultado? Daño neurológico traducido en la deficiente adquisición del lenguaje, trastornos de coordinación y motricidad fina y dificultad para producir y comprender razonamiento lógico y abstracto.

Un estudio de la Universidad Peruana Cayetano Heredia pone en evidencia que para una gran mayoría de peruanos es “normal” la ingesta de alcohol para sostener relaciones sexuales. Y que una inmensa mayoría no utiliza preservativos en esas relaciones.

Es claro, entonces, lo que estos indicadores científicos nos dicen acerca de los alumnos que están sentados en nuestras aulas escolares. Dolorosa, pero cierta realidad social. Y resulta claro que una política educativa que ignore esta realidad podrá acaso elaborar bonitos documentos sobre propuestas curriculares y metodologías, pero si estas no atienden realidades de base quedarán tal vez ahora en metas, indicadores y presupuestos por resultados finalmente inalcanzables. Por haber eludido la realidad.

Nada ganamos, pues, con programas sociales que –como la alimentación durante el período escolar- constituyen solo paliativos gratificantes para el niño y fotografías para los políticos. Las políticas públicas no pueden esquivar realidades sociales por duras que estas sean. A no ser que –en el caso de la educación- no entendamos en qué consiste y cuál es nuestra responsabilidad ética frente a ella.

Por: Eduardo E. Zapata Saldaña