Román Cendoya

¿Quién paga los daños al Perú?

¿Quién paga los daños al Perú?
Román Cendoya
30 de mayo del 2016

La carrera electoral no justifica dañar la imagen del Perú

¿Invertiría usted en un país que está muy cerca de ser un “narcoestado”? ¿Llevaría su plata a un país en el que se vaticina una próxima “violencia social” (…) con la consiguiente parálisis económica, la retracción de las inversiones y la gangrena populista, resucitando los demonios de la inflación y el paro, de los que nos hemos ido librando estos últimos tres lustros”? Yo no y usted, obviamente, tampoco.

Pues bien, ese país en el que no invertiríamos resulta que es un país democrático, con estabilidad, en crecimiento continuo y toda una oportunidad. Ese país es el Perú. Estoy seguro de que le indignará saber que los responsables de esa deformación de la realidad son un candidato a la presidencia de la República y un premio nobel. este último con merecido prestigio como escritor, aunque internacionalmente no se sepa que sus afirmaciones respecto al país que le vio nacer son pura paranoia, originada por el odio y la ira.

Es importante que los peruanos sepan que estas frases cuestan muchísimos millones de dólares al Perú por dos motivos. El primero es que, sabiendo que una característica del comportamiento del capital es el miedo, las afirmaciones de PPK y Vargas Llosa provocan incertidumbre e inseguridad en los dueños y gestores del capital, por lo que paralizan y suspenden posibles inversiones en el país. El segundo es el gran impacto negativo, en la imagen internacional, respecto a la realidad política, judicial y económica del país.

Es imperdonable que, en ambos casos, se hagan esas afirmaciones por puro interés personal. A ninguno de los dos les importa lo que le cuesta al Perú su actitud, con tal de conseguir sus objetivos o satisfacer sus caprichos y obsesiones. Reducir la brecha de pobreza, desarrollar el país, aumentar los ingresos con el crecimiento del turismo, formalizar la economía, modernizar y aumentar las infraestructuras, etc. no son cuestiones prioritarias para estas dos personas.

En clave peruana, la obsesión de Vargas Llosa es intrascendente, porque los peruanos conocen perfectamente que nunca superó su derrota ante Alberto Fujimori. La última genialidad ha sido la entrevista en El Comercio diciendo, ¡desde España!, que “en este momento hay que jugarse enteros”. Sorprende que en un momento, según él, tan trascendente no se haya atrevido a venir al Perú, cuando acaba de visitar Argentina, Chile y Brasil. Lo que es cierto es que los comentarios de Vargas Llosa son un problema ante la prensa internacional —y especialmente española—, ya que este escritor goza de cierta credibilidad como premio nobel; y sus infamias, alucinaciones y vaticinios perjudican claramente a las posibles nuevas inversiones en el Perú

Las afirmaciones de PPK sobre el “narcoestado” tienen mucha más importancia. Es un candidato a la presidencia de la República al que, en el final de la campaña, se le nota cierto agotamiento y falta de vitalidad. Un candidato a presidente de cuya debilidad política están al tanto los inversores —tiene sólo 18 diputados de 130— y de cuya capacidad para pilotar las reformas necesarias —en materia de seguridad y de legislación, para derrotar a esa supuesta estructura instalada de narcoestado— se tienen motivos sobrados para dudar. Una acusación muy grave que debería ofender y preocupar a los presidentes Toledo, García y Humala, que son quienes han gobernado en los últimos quince años y supuestamente han debido de tolerar u organizar ese supuesto narcoestado.

En una carrera electoral no vale todo. Y menos aquello que, gratuitamente, lesiona la imagen del país con un importante costo en inversiones e imagen. ¿Quién paga los daños provocados al Perú? Obviamente los peruanos. Lo más que les puede pasar a los responsables es que quizás uno venda menos libros y el otro pierda votos. Muy poco en comparación con el daño que sus declaraciones le están haciendo al Perú.

 

Román Cendoya.

Periodista y consultor internacional.

 
Román Cendoya
30 de mayo del 2016

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