Mario Saldaña

Qué supone un triunfo de Keiko o de PPK

Qué supone un triunfo de Keiko o de PPK
Mario Saldaña
02 de junio del 2016

Pensando exclusivamente en la siguiente gestión gubernamental (y como peruanos de bien, en el éxito de la misma) los escenarios que se forman tras un triunfo de Keiko o uno de PPK no varían en cuanto a los retos y demandas embalsadas en la población (seguridad, recuperación de un mayor ritmo del crecimiento económico, conflictos sociales, informalidad, descentralización mal enfocada y atascada, corrupción, sistema político desfasado y poco eficiente, etc); pero a mi juicio, sí difieren en cuanto las herramientas y posibilidades para afrontar con mayor o menor éxito los retos antes aludidos.

Como punto de partida habrá que decir que varios de los problemas señalados, sino todos, suponen la puesta en marcha de reformas que requieren de mucha voluntad política y del suficiente respaldo multipartidario y social para que no fracasen.

Así, quizá lo que toca es analizar cuál de las dos propuestas (FP o PPK) están en mejor condición de afrontar con buenos resultados tales reformas. Claro, si existe un verdadero propósito de echarlas a andar, de lo contrario, no hemos dicho nada y estamos perdiendo el tiempo.  Es decir, si lo que se quiere es continuar en piloto automático, haciendo como que apuntalamos el cambio pero en realidad no; o si de lo que se trata, es de poner en marcha un modelo populista que satisfaga a tirios y troyanos con el único afán de buscar una reelección en el futuro o una no desaparición del partido de Gobierno del espectro político por el alto costo de la factura que hay que pagar, con seguridad tendremos otro quinquenio perdido, y hasta la gestión Humalista será recordada como “reformista”.

Por ende, si somos optimistas, y pensamos que cualquiera de las dos alternativas será una que busque liderar reformas, la pregunta es cuál de las dos tiene mejores y mayores posibilidades de alcanzar dicha meta.

En el caso de Keiko su gran activo y fortaleza (desde la perspectiva comentada) es tener el control absoluto en el Congreso con sus 73 parlamentarios. No habrá pretexto para decir que el respaldo legislativo fue escatimado. Será la forma en la que el gobierno maneje su relación con las minorías, el respeto a las mismas, y el grado de negociación y consenso que logre para convertir las reformas en objetivos nacionales el quid de su éxito.

El gran riesgo es precisamente que ocurra todo lo contrario, es decir, que ese poder concentrado sea usado como soporte de un modelo populista y no reformista, pero además, abusivo y antidemocrático. El efecto: más conflictividad, menos gobernabilidad.

En el caso de PPK su gran activo, al contrario, es justamente no contar con una mayoría aplastante y estar conminado a formar un gobierno de unidad nacional; a plantear las reformas como objetivo país ya que sin el respaldo de éste (mayorías y minorías) su gestión deviene en inviable. Un activo más: PPK (en términos personales e incluso como agrupación política) no tiene el incentivo de la reelección o de la no desaparición como movimiento, que dicho sea de paso, ha sido el drama que ha marcado nuestra historia política desde 1980 hasta la fecha.

Su gran riesgo: al no contar con un partido político con arraigo y solidez suficientes, PPK puede terminar convertido en una veleta, y dejado a la suerte de lo que aliados y oponentes decidan.

¿Qué tal si tomamos la decisión del 5 junio a base de estos criterios?

 

Por: Mario Saldaña C.

@msaldanac

Mario Saldaña
02 de junio del 2016

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