Manuel Gago

QUE SE VAYAN TODOS

QUE SE VAYAN TODOS
Manuel Gago
23 de enero del 2017

La justicia no será justicia si no se condena a todos

En los patios de la Universidad del Centro, los pukallactas asumían la defensa de la moral mostrando y cuestionando a Z, la revista pornográfica que por entonces publicaba un abogado aprista. Poco después, esa defensa de la moral era asumida cruelmente por Sendero Luminoso dándoles tiros en el pecho y en la sien —luego de juicios populares en las plazas de los poblados—- a los sacavuelteros, a los que dormían con el marido o la mujer de otro. “Llévense esa cochinada”, les dijeron los senderistas a quienes repartían aguardiente en los poblados de la misma sierra.

La justicia peruana no ha sido capaz de juzgar y condenar la tremenda corrupción instalada durante la dictadura militar, iniciada por Juan Velasco Alvarado y terminada por Francisco Morales Bermúdez. Gran parte de los llamados nuevos ricos surgieron gracias al favor que recibieron del Estado, con la intermediación de los militares que gobernaron el país. Cuántos patrimonios mal habidos nacieron con una dictadura que avivó resentimientos y mató las esperanzas de los pobres que creyeron en una revolución que atizaba la idea de que “el rico ya no comerá de su pobreza”.

Usted puede haber perdido el sentido de la realidad si cree que los coimeados por Odebrecht, Camargo Correa y otros contratistas locales e internacionales terminarán en la cárcel como debe ser. Luego de primeras planas y decenas de opiniones demandando celeridad y severidad con todo lo que acontece, vendrá el banquillo de los acusados esperando a quienes la delación hecha en Brasil y Estados Unidos señale como receptores de dinero por las obras que se hicieron. Además de los peces gordos —cuyos abogados dilatarán los procesos valiéndose de la legalidad que no reacciona como debería ser frente a hechos de gran magnitud—, la defensa del resto de los señalados exigirá también pruebas y no dichos de quienes se “acogieron a la declaración sincera” allá y no acá.

La justicia no será justicia si no se condena a todos, y “todos” incluye desde inspectores de obras hasta alcaldes, presidentes regionales, asesores jurídicos y gerentes. Literalmente: un montón de gente. La detención de uno o dos no es suficiente. “Que se vayan todos” es la exigencia genuina de la población asqueada de tanta inmoralidad que ha calado en la sociedad, promovida por los sinvergüenzas que se hicieron honorables con los votos de la gente y con el dinero de los mafiosos.

“Separar la paja del trigo” se dice para diferenciar a unos de otros. ¿Quién es el trigo y quién la paja? No sabemos. Lo que sí sabemos es que mi amiga Susana estuvo buscando trabajo y un “amigo” de ella le consiguió uno y a cambio le pedía una cuota mensual para incorporarla de inmediato al puesto ofrecido. A esos niveles de depreciación moral hemos llegado, hasta niños extorsionando a sus compañeros de aula. El mal ejemplo cundió por todos lados y no hay quien se salve. Y no hay capacidad para defender los intereses nacionales con firmezas. Mire cómo Nadine Heredia insiste reclamando su derecho a trabajar en la FAO, un puesto a todas luces diseñado para sacarla del país y darle inmunidad por ser funcionaria internacional.

“Que se vayan todos” es la reacción legítima de la mayoría apoyada por esa izquierda demencial que le daba tiros a los sacavuelteros.

Por: Manuel Gago

Manuel Gago
23 de enero del 2017

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