Dante Bobadilla

¡Qué nivel!

¡Qué nivel!
Dante Bobadilla
26 de mayo del 2016

Un primer debate lleno de insultos, acusaciones y bajezas

Es realmente deplorable el nivel que están mostrando los candidatos a la presidencia. Los peruanos no nos merecemos ver este triste espectáculo de insultos, propio de un pleito de verduleras. Después de criticar y condenar el nivel patológico de ese movimiento cloacal llamado “No a Keiko”, secta de talibanes fanáticos macerados en el odio y empeñados en una yihad, ahora debemos condenar el nivel de los candidatos y sus colaboradores, enfrascados en un penoso intercambio de insultos y acusaciones. ¡Qué pena!

Pedro Pablo Kuczynski ha llegado a decir, refiriéndose a Keiko Fujimori, que “la hija de un ratero tiene que ser también una ratera, de tal palo tal astilla”. ¿Cómo se puede llegar a tal nivel? Es la escuela de Mario Vargas Llosa, quien ya en la campaña anterior trataba a Keiko Fujimori como “la hija del ladrón”. Es comprensible que haya sectores que gocen y aplaudan este nivel de odio y miseria humana, particularmente desde la izquierda; pero esto no es aceptable en una campaña política que debe girar en torno a ideas actuales y no alrededor de mitos y fantasmas del pasado.

La prensa juega su rol festejando cada diatriba, como quien se arremolina frente a una pelea callejera sin intervenir, esperando ver correr la sangre, incitando a los contendientes con preguntas patéticas como ¿qué opina de lo que dijo el otro?, ¿qué le respondería? Ese es todo el interés de los reporteros, que parecen ser el último nivel del periodismo. Pero hasta el momento no he leído ningún editorial o columna condenando este degradante comportamiento de los candidatos y su gente; al contrario, hay quienes lo festejan y se burlan. Van a preparar su tazón de canchita pop corn para ver el próximo debate. Si se puede llamar a eso debate.

La degradación de la política peruana llegó a su clímax con el arribo del nacionalismo, liderado por Ollanta Humala y Nadine Heredia. Primero en el Congreso del 2006, a donde llevaron su cargamento de “narcocaleras”, que debutaron trenzándose a golpes en el hemiciclo el mismo día de su instalación; y luego ahora, conformando una bancada de simples cortesanos de la primera dama. Tanto Ollanta como Nadine, compartiendo la presidencia, no tuvieron reparos en ir de pueblo en pueblo por todo el país para gritar insultos a sus antecesores, acusándolos de corruptos con expresiones de grueso calibre. Hoy mismo Nadine Heredia, la “primera dama”, no escatima insultos interviniendo directamente en la campaña en contra de Keiko Fujimori. Nunca antes el Perú había caído tan bajo.

De la izquierda no podemos esperar nada diferente. Los gurús mediáticos atizan la hoguera donde pretenden quemar a Joaquín Ramírez. Nadie tiene nada concreto de qué acusarlo, todo lo que hay hasta ahora solo es chisme y maledicencia. Es el arte progresista de crear monstruos con solo repetir algunas acusaciones. Al señor se le acusa de haber creado una fortuna en veinte años, empezando por ser un cobrador de combi en los noventa. Algo que resulta imposible de creer en un país acostumbrado al fracaso y la mediocridad. Se le denuncia para que lo investiguen por ser rico; pero luego, ser investigado pasa a ser ya un sinónimo de culpabilidad. Es el arte demoledor de la presa progresista. Nadie es quién realmente es, sino lo que la prensa progresista le inventa como imagen. En estos tiempos uno tiene que probar su inocencia. Cualquier error o negligencia será usado en nuestra contra. Uno tiene que pasarse media vida desmintiendo los embustes que a diario se generan en los medios, esperar que la fiscalía acabe de investigarlo, tras varios años de incuria, y archive el caso, el cual luego podrá ser reabierto, porque así funciona el sistema.

La política no puede ser un escenario de peleas de barro, y menos en los más altos cargos. Eso debería indignarnos. El periodismo no puede usarse como instrumento para la guerra sucia. Hay que detener todo esto. Necesitamos mostrar una actitud crítica frente a la decadencia intelectual y moral, no solo de la política, sino incluso de la prensa. No podemos festejarlo. Debemos asquearnos.

 
Dante Bobadilla
26 de mayo del 2016

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