Guillermo De Vivanco

¿Qué está pasando en Gamarra?

¿Qué está pasando en Gamarra?
Guillermo De Vivanco
20 de noviembre del 2014

La invasión de ambulantes en el principal emporio comercial del país

Hace tiempo un empresario fue asaltado saliendo de un banco en la Molina. Los ladrones arrojaron fajos de billetes para facilitar su fuga, lo que efectivamente produjo una estampida en la que todos vieron la oportunidad de hacerse de un dinero gratis. Esta conducta no era en solidaridad con la víctima sino de aprovechamiento indebido de un acto punible. Nunca mejor usado el dicho: “la ocasión hace al ladrón”.

Cuando leo que los ambulantes invocan su derecho al trabajo como justificación para invadir el espacio público, poniendo en riesgo a miles de compradores, veo una violación tan patente de los derechos del público que justificarla se vuelve una abrogación de la moral. Nadie tiene derecho a invadir un espacio  público  o privado y tampoco se adquiere este derecho uniéndose. Esta “necesidad” no genera derechos.

Dice Ayn Rand: “Los derechos no son cuestión de cantidades y no puede haber tal cosa, en la ley o en la moral, como las acciones prohibidas para un individuo, pero permitidas a una multitud. El único poder de una multitud contra un individuo, es la mayor fuerza muscular, o sea, la fuerza simple, bruta y física. El intento por solucionar los problemas sociales por medio de la fuerza física es lo que una sociedad civilizada impide. Los defensores de la desobediencia civil masiva admiten que su propósito es la intimidación. Una sociedad que tolera la intimidación como una forma de aquietar las disputas, la intimidación física de algunos hombres o grupos sobre otros, pierde su derecho moral a existir como sistema social y su colapso no tarda en suceder.”

La mayoría de los puestos en Gamarra no están ubicados frente a las veredas sino en diferentes pisos de más de 150 galerías. En un quinto piso por ejemplo debe transitar el uno por ciento de los que transitan por la calle, claro que tener una tienda con “puerta de calle” vale mil veces mas que estar ubicado en los interiores, por lo que lógicamente los comerciantes preferirán bajar sus productos y venderlos en la calle, sobre todo por no haber ninguna autoridad que se los impida. Estos son los “ambulantes” de Gamarra. Ante la carencia de una fuerza disuasiva serían tontos de no aprovechar la ocasión, tal como los que le robaron al empresario asaltado.

En Lima deben existir cerca de 300,000 ambulantes, de los cuales unos 30,000 ocupan espacios estratégicos en zonas muy congestionadas. Urge restablecer la autoridad y el respeto a las áreas comunes. Recordemos las imágenes del incendio en Mesa Redonda, donde no hubo posibilidad de escape. También recordemos que Lima se privó 50 años de usar la Avenida Aviación porque 500 “cachineros” la usurparon a la fuerza todo ese tiempo. Una avenida que tiene tres carriles en ambos sentidos y que corre paralela a la vía expresa de Paseo de la República estuvo cerrada para el provecho de unos cuantos. Un punto a favor del ministro Urresti.

El problema del comercio ambulatorio es un problema de autoridad, así de simple, así de claro. Lo entendió Alberto Andrade y le devolvió al Perú su centro histórico, lo entendió Jorge Bonifaz en 1999 y desalojó a 6,000 ambulantes de Gamarra. Somos casi diez millones de limeños y no podemos ser pisoteados en nuestros derechos al libre tránsito y a la seguridad por grupúsculos belicosos que amedrentan a la autoridad.

Las propuestas de reubicación son cínicas o ingenuas, Por cada “ambulante” a ser reubicado aparecerá toda la familia, compadres y amigos. Resulta patético ver a Diógenes Alva con un bate de béisbol incitando a la violencia; a él Gamarra le debe el boicot a la construcción de baños públicos. Políticamente, la desobediencia civil masiva es un preludio para la guerra civil, como son las declaraciones a que nos tiene acostumbrados este sujeto: calumniosas y altisonantes con las instituciones políticas del país.

La informalidad tiene su agenda propia, es un tema de competitividad, de desconfianza hacia el estado, de contraprestaciones irracionales, de una absurda tramitología, sobre costos laborales y malas políticas tributarias, y no de ambulantes y menos de “comportamiento de individuos con características idiosincrásicas”. No distinguir las diferencias nos aleja de las soluciones.

Por Guillermo de Vivanco Roca Rey
(20 - nov - 2014)

Guillermo De Vivanco
20 de noviembre del 2014

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