Martin Santivañez

Qali Warma en el transporte

Qali Warma en el transporte
Martin Santivañez
25 de julio del 2014

Reflexiones sobre el subsidio al transporte en Lima en plena campaña electoral

En una sociedad elevada, donde la virtud es anhelada por el individuo, el mentiroso es proscrito por practicar un vicio disolvente. En una sociedad pervertida, donde la apariencia es más importante que la realidad, el mitómano es atrevido y aspira a progresar. Es más, triunfa por la cobardía y la tibieza de sus oponentes. Triunfa porque ante sí nada sólido se encuentra, y ante esa soledad en que se convierte la competencia el progresista avanza porque curva la realidad en función a sus propósitos. El empleo de la mentira no es una táctica operativa, nunca es algo circunstancial que debe materializarse tomando en cuenta cada caso concreto.

Por el contrario, mentir se transforma en parte de la estrategia, en un pilar de la propia ideología porque todo está supeditado a la gran claridad final, a la utopía cuasi-ácrata del socialismo que legitima cualquier esfuerzo y supedita la moral a la política. Por eso, la alcaldesa Villarán intenta hacernos creer que la reforma del transporte es algo plenamente meditado, una política pública contrastada con la evidencia, emanada de ella, unida a lo mejor, a lo más último del public management. Los asesores de la alcaldesa mienten al diseñar un supuesto “periodo de gracia” en el cobro de los pasajes, extendiendo temporalmente el subsidio hasta el 9 de septiembre.

Aldo Mariategui no se equivoca cuando señala que esto es pura y simple “demagogia y oportunismo electorero” es decir, una fase más de la mitomanía a la que nos tiene acostumbrada la chalina desde el día en que alcanzó el poder en la capital. La demagogia, la mentira del villaranismo radica en intentar hacernos creer que es una buena política pública regalar el pasaje por más de un mes. Cualquier gerente serio no te regala nada por un mes entero, mucho menos si lo que quieres es transformar una cultura cívica. Muy por el contrario, lo que el villaranismo está haciendo es crear incentivos para una conducta perversa que a la larga repercutirá negativamente en cualquier intento reformista. Ya nada me sorprende de mis amigos neoliberales, aúlicos del villaranismo, pero no deja de ser chocante que los pocos que llenan sus columnas con consejos tomados de la gestión no se rasguen las vestiduras por esta nueva muestra de incapacidad técnica disfrazada de gerencia municipal.

Estos son los extremos de la demagogia, esto es, de la mentira en la política. Extremos que pervierten ese estado sodomizado políticamente por la progresía: la decencia. No hay decencia en lo que hace la chalina al regalar dinero. Repite el error del trivellismo y genera un Qali Warma en el transporte, un paliativo, un placebo que empeora el problema sin una solución de continuidad. Esto es lo que sucede cuando el Estado regala allí dónde no tiene porqué regalar o cuando la Municipalidad inicia una reforma técnica en pleno proceso electoral. Cuando los villaranistas nos piden adecentar la política, nosotros, los ciudadanos normales que estamos hartos de los demagogos, hemos de responderles que una forma directa de construir decencia en la vida pública pasa por no utilizar la gerencia y el diseño de las políticas municipales para frenar un desastre electoral. Señores de la chalina: no sean mentirosos, depongan la demagogia. Dejen de crear un Qali Warma en el transporte porque esa intoxicación los limeños la pagarán.

Por Martín Santiváñez Vivanco

Martin Santivañez
25 de julio del 2014

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