Puristas y aparecidos

Sobre el desarrollo de la campaña electoral

Las elecciones 2016 demostrarán una vez más la precariedad de nuestra democracia que permite que los violentistas sean tomados con mayor atención por la población y los medios y que el imperio de la ley se haya convertido en una tiranía que desluce el proceso. Mire usted cuántos minutos transmitiendo en vivo diatribas y arrojo de botellas y huevos a los candidatos Alan García y Keiko Fujimori como si fueran acontecimientos de enorme trascendencia, dándoles tribuna y, tal vez, alentando descaradamente un anti voto primitivo que se apodera de los jóvenes adoctrinados con odios y exclusiones, unos como lo hizo Sendero Luminoso y el MRTA en décadas pasadas y otros bañados de reciente pureza cívica tan falsa como sus estribillos que hablan de reconciliación solo entre ellos y no con quienes piensan diferente a ellos.

La libertad que debiera prevalecer se encuentra expuesta y sin defensa en una población llena de embusteros listos para apropiarse de inocencias e ignorancias generalizadas. La libertad cueste lo que cueste, con leyes que la regulen sin necesidad de coacciones. Claro, Agustín de Hipona, justificando la represión contra la disidencia cristiana, dijo que “la coacción es necesaria puesto que hay tanta gente que responde solo al miedo”. Así, sabiendo además que la ignorancia genera miedos, estamos frente a miles de miedosos e ignorantes que maman complejos durante siglos, que se nutren desde niños de frustraciones y odios, que son maleducados con testimonios de desobediencia, desorden e irrespetos y de acomplejados y mediocres que hicieron del estado un festín en tiempos de la dictadura de Juan Velasco.

La libertad en Perú no tiene ni un outline, ni un borrador, ni un perfil, ni un trazo serio que se pueda discursear. No tiene un político con suficiente arraigo que la proteja, ni un empresario que invierta tiempo y patrimonio para ayudar a extender una verdadera clase media y promover ciudadanía en los sectores populares. Sería suicida. Pondría en riesgo el mercantilismo que le da algunos réditos y distinciones. En un país abandonado por sus autoridades, sin clase dirigente comprometida con los intereses populares, la libertad es lo que menos importa. Importa el voto a como de lugar y un proceso electorero para maquillar una democracia venida a menos regalando latas de atún, gorritos y almanaques, promoviendo asistencialismos, la mayor estupidez empobreciendo a los más pobres. Allí está Vladimiro Huaroc, el gran jale del fujimorismo practicando el principal pecado de la política nacional: un regalo por una simpatía.

Judas de Galilea fue el primero y tal vez el más grande libertario de la humanidad antes de la era cristiana. El filósofo antiguo utilizaba cualquier espacio para pregonar la idea de la libertad absoluta. Sus seguidores fueron capaces de morir antes de someterse a una ley contraria a sus ideales. No aceptaban las imposiciones romanas opuestas a sus creencias religiosas como la adoración de imágenes y a dioses desconocidos para ellos.

Aquí no hay sacrificios. Abundan novelerías y mediopeleros aprovechando las aguas revueltas, confusiones y sorpresas de cada instante, de ofrecimientos simplones y mercaderías electoreras, puristas y aparecidos improvisados acomodándose en las preferencias de los electores vilipendiando el conocimiento, ninguneando la sabiduría, devaluando la experiencia.

El elector insiste en lo novedoso. Se siente defraudado y no escarmienta. Quiere que otro le ofrezca gas barato y “agua si, oro no” en su versión 2016.

Por: Manuel Gago