Rocío Valverde

¡Puñeteras aerolíneas!

¡Puñeteras aerolíneas!
Rocío Valverde
19 de diciembre del 2016

Problemas y peripecias del retorno navideño al hogar

Navidad se aproxima. Las estaciones de autobuses se llenan de maletas cargadas de presentes y promesas de volver a casa una vez más a disfrutar de la familia y el hogar. Los aeropuertos son escenario y testigos de impacientes reencuentros. Los brazos buscan entrelazarse y hasta la tristeza se alegra haciendo que las sonrisas y las lágrima se besen. Esto, claro, les ocurre a las personas que han tenido la suerte de encontrar un billete adecuado a su bolsillo o poseen un riñón extra y que han logrado venderlo en el mercado negro, para poder comprar su respectivo pasaje en este mes navideño.

Este año estoy yendo a pasar navidades con mi tía, en el País Vasco. Será una fecha muy importante que por motivos estrictamente sentimentales no quiero ni puedo perderme. No poseo órganos extra, no nací en una cuna de oro ni me casé con una familia rica ni una de dinero viejo. Puedo vender mis servicios microbiológicos y reposteros pero dudo que mis chocotejas y alfajores gusten al paladar británico. Muy dulces, dicen. No me voy a llamar rácana ni devota de santo puño sino monetariamente pragmática o swiping card-challenged si lo desean. Creo que los viajeros concordarán o se identificarán con la siguiente historia.

En octubre, cual cordero, pensé que era una buena época para comprar billetes de avión; que casi tres meses de anticipación era suficiente para evitar pagar precios ridículos. Con tan solo tres clics de ratón se me cayó el alma al suelo. El vuelo me salía a 400 libras por persona. Las compañias aéreas pretendían cobrarme por una hora y media de avión lo que me costaría un viaje a Perú en enero o febrero. Intenté buscar vuelos a Madrid, más billetes de tren y la figura no hacía más que incrementar. ¡Un Eurotren a París y luego otro a España era la única solución! Agotados todos. En este punto analicé la situación fríamente. Ya que tengo otitis crónica y presión baja calculé que moriría en 50 brazadas. Atravesar el canal nadando no era una opción.

"¡Al carajo! Solo se vive una vez. ¡Iremos por carretera!" me dije convencida. Así que miré a los ojos a mi esposo y le dije: “Tú conduces. Se vienen 14 horas por carretera y dos por ferry para poder llegar a España pagando en total un poco menos de 200 libras por dos personas, ida y vuelta”. ¿Llegaremos vivos conduciendo por el lado derecho de la carretera en un coche con el timón en el mismo lado? Planeamos atravesar Francia conduciendo pegados a la costa en carreteras correctamente habilitadas y llegaremos tarde o temprano al País Vasco. ¿Pero y el resto? Mis amigos polacos van a conducir hasta sus recónditos pueblos, una griega me ha confesado que ha pagado más del triple de lo normal para no pasar las fiestas en un país extranjero, más sola que una papa olvidada en la cesta de cebollas. Y sé que unas españolas han hecho una fiesta prenavideña a principios de diciembre, con sus padres en España. Un portugués más avezado va a esperar en el aeropuerto a que alguien cancele su viaje y le vendan un billete de último minuto que puede costar hasta un 70% menos.

Recuerdo que todas las navidades en Lima solían mostrar los noticieros a gente en la estación de Fiori esperando poder subir a un autobús, dispuestos a jugarse la vida en las carreteras, confiándole sus vidas a un conductor extra explotado para poder ver a su familia en provincia. Si no tienes otra opción más que viajar en un bus mientras que el precipicio te hace guiños, la navidad se vuelve un poco más emotiva. La cursi frase "ven a mi casa esta navidad" cobra un sentido más macabro.

Espero que todos lleguen a casa enteros y que se produzca el milagro de navidad. Que no les suban los precios de los pasajes de autobuses interprovinciales, que nadie sea asaltado en la carretera y, en esta parte me incluyo a mí, que los pilotos de avión y conductores descansen los suficiente porque todos queremos volver a casa. A los dueños de aerolíneas, los Scrooge del mundo, les digo que por usureros en estas fiestas ya pueden esperar tranquilos la visita de tres espíritus. Pueden salvarse si tan solo dejan de jugar con los precios, si no sonará la primera campanada. Avisados quedan.

 

Rocío Valverde

 
Rocío Valverde
19 de diciembre del 2016

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