Dante Bobadilla

Psicopatología electoral

Psicopatología electoral
Dante Bobadilla
24 de diciembre del 2015

Los evidentes trastornos en la salud mental de ciertos políticos

Cada vez estoy más convencido de que postular a la presidencia debería ser considerado un trastorno de personalidad en el manual de diagnósticos psiquiátricos. Ya es hora de cambiar la clásica figura del loquito vestido de Napoleón por otra de candidato presidencial. En el examen para evaluar la salud mental habría que incluir la pregunta “¿piensa usted postular a la presidencia?”. Creo que sería un valioso indicativo y un gran aporte para la psiquiatría.

¿De qué otra manera se podría explicar tal profusión de candidaturas? Muchos son ilustres desconocidos y otros reiterados, pese a sus fracasos anteriores. Tenemos verdaderos zombies resucitados, como Fernando Popy Olivera, a quien ya deberíamos clavarle una estaca en el corazón para que deje de levantarse cada vez que empieza una campaña. Y lo mismo ocurre con Alejandro Toledo, convertido en un turista de la política, pues vive en EEUU y solo regresa cuando hay campaña electoral. Es divertido verlo pasear por los mercados, sosteniendo pollos y tomando su caldo de mote, cuando todos sabemos cuáles son en realidad sus refinados gustos burgueses. ¿O no recordamos que se pasó su período presidencial retozando en Punta Sal, saboreando su whisky etiqueta azul? El día que se haga un monumento al cinismo tendría que usarse la figura de Alejandro Toledo, sin ninguna duda.

Muy cerca está Susana Villarán, quien además de padecer el típico trastorno de izquierdas: alucinarse “luchador social”, pretende encarnar un personaje de cómic que es la de “luchadora contra el fujimorismo”, una especie de superhéroe de izquierda que ya está de capa caída. ¿Han visto cuántos personajillos de poca monta, de la política y los medios, pretenden ganarse un perfil ético solo colocándose la máscara del antifujimorismo? El carnaval antifujimorista desatado el 2000 nos llenó de juglares con un reiterativo y único discurso contra la década de los 90. Ese terreno fue muy apropiado para que emergieran como hongos sujetos de la talla de Toledo y Humala, pero el mismo cuento no se puede repetir ad infitum. El odio enfermizo al fujimorismo ya no surte efecto en estos días, aunque haya muchos gruñendo con rabia antifujimorista y saltimbanquis de circo pobre que no conocen otro truco.

Susana Villarán, por ejemplo, piensa que todavía puede ganarse alguito con la pose de luchadora contra el fujimorismo. ¡Cómo andará de extraviada que hasta la legión de vagonetas que la apoyó en su gestión hoy le da la espalda! Su caso ya no es el del típico loquito Napoleón sino del tipo Quijote: está dispuesta a embestir al monstruo de la corrupción que ve personificado en Keiko para salvar a la patria. Su pérdida de contacto con la realidad es total. Claro que también se puede sospechar que solo busca hacerse como sea de un cargo. En cualquier caso, estos personajes de catálogo psiquiátrico suelen pisotear los principios éticos levantando las banderas de la ética. ¿Se puede estar más trastornado?

Lo que no entiendo es porqué se les exige un examen mental a los que piden licencia para portar armas y no a los que postulan a la presidencia. Después de todo, un desquiciado armado no puede matar a más de 20 personas, pero un demente en la presidencia es capaz de mandar a todo un país a la Edad de Piedra, aunque siempre lo hará con buenas intenciones, como nos han explicado. Hay que estar atentos a los signos de trastorno mental entre todos estos candidatos. Recomiendo especial atención sobre los llamados “outsiders”. Los discursos de odio, revanchismo y vendetta deberían bastar para descalificar a un candidato.

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Por: Dante Bobadilla

Dante Bobadilla
24 de diciembre del 2015

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