Giovanna Priale

Productividad e informalidad: experiencias internacionales

Productividad e informalidad: experiencias internacionales
Giovanna Priale
25 de agosto del 2017

Para adaptarlas a nuestra realidad nacional

Casi una década de crecimiento sostenido de la economía peruana no logró reducir la cifra de informalidad, que se mantuvo constante alrededor del 70%. Es un valor elevado para un país que se ubica en el ranking del Foro Económico Mundial en el puesto 12 en “Estabilidad monetaria”, pero sigue en el lugar 40 por el elevado “Nivel de autoempleo que genera”.

Esta informalidad persistente nos obliga a pensar en la relevancia de la baja productividad total de factores (PTF) como uno de los determinantes de esta elevada tasa, entendida principalmente como informalidad laboral, debido a la pobre o casi ausente cobertura de beneficios de protección social (salud, vacaciones, CTS, pensión, entre otras).

Si uno revisa la literatura internacional resulta evidente que para incrementar la productividad total de factores no solo basta invertir bien en educación, sino también en capital físico y en capital social. En el primer caso, la experiencia aún líder en el mundo es la de Finlandia, en la que no solo se destina el 7.2% del PBI al sector (en comparación con el 3.9% peruano), sino que la remuneración y las exigencias de calidad de la preparación que se solicita a los docentes es una clave de política pública que se mantiene a lo largo de los años, independientemente del partido político que se encuentre en el poder.

En el segundo, la experiencia de Australia es ilustrativa. Ha invertido en la construcción de carreteras, obras de saneamiento y construcción, con un retorno social de US$ 62,000 millones, reduciendo la brecha en infraestructura a 0.3% del PBI. En comparación, en Perú las cifras más conservadoras arrojan un déficit del orden del 1.4%.

En el tercero, Corea del Sur ha realizado un trabajo formidable y es reconocido por Bloomberg como el país más innovador del mundo. Para ello, le destina el 4.3% del PBI a innovación y desarrollo, en comparación con el 0.11% de Perú.

Es evidente que en nuestro caso no se trata de estirar un presupuesto ajustado, pues del “mismo cuero salen las correas”; pero sí de reconocer que la sola flexibilización del mercado laboral o la reducción de costos para ser formal van a mover la aguja de la informalidad. Se trata más bien de establecer un plan piloto que una estos tres tipos de inversión y, sobre la base de la asociatividad de nuestras pequeñas unidades productivas, los engarce a un mercado de producción mucho más amplio y con posibilidades de crecimiento sostenido.

Se trata de customizar lo bueno de las prácticas internacionales a las demandas de nuestra población, y de trabajar sí o sí con los gobiernos regionales y locales. Un conjunto de experiencias que se potencien con el apoyo de la inversión privada para fomentar inversión en capital humano, físico y social, de cara a un país mucho más igualitario y en el que los jóvenes puedan acceder a mejores oportunidades laborales.

Son ellos, los jóvenes, quienes hoy presentan la mayor tasa de desocupación y empleo informal, debido precisamente a su baja productividad. Por ello urge trabajar en políticas interconectadas y que respeten la idiosincrasia del peruano, pero que lo ayuden a ordenarse de cara a la modernidad, a participar en cadenas de valor mucho más productivas y en un entorno altamente globalizado.

Giovanna Prialé Reyes

 
Giovanna Priale
25 de agosto del 2017

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