Darío Enríquez

Presidente Vizcarra quemó su último cartucho

Disparó su bala de plata al aire y mató a un mosquito

Presidente Vizcarra quemó su último cartucho
Darío Enríquez
19 de septiembre del 2018

 

En aquellos tiempos, cuando las computadoras funcionaban teniendo como input las hoy rarísimas tarjetas perforadas, el centro de cómputo de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI-CC) contaba como jefe a un astuto negociador. Cuenta una historia, nunca confirmada ni desmentida, que en cierta ocasión este jefe tuvo que enfrentar la extrema hostilidad del Rectorado. Como condición a los acuerdos para el año que se avecinaba, la oficina del rector exigía al jefe del UNI-CC devolver todas las tarjetas perforadas que se hubieren asignado y usado en el año que estaba por terminar.

Para los legos, diremos que todo programa de computador podría definirse como un conjunto de líneas en la pantalla (instrucciones) y que, en ese entonces, cada línea en la pantalla de hoy era una tarjeta perforada. ¡Cada línea era una tarjeta perforada! La famosa “picantería”, es decir la sala en la que había máquinas perforadoras de tarjetas —salas de programación, para mayor detalle— se ubicaba en la planta baja del pabellón de Ingeniería Civil. Nuestro presidente Martín Vizcarra debe haber conocido esa “picantería” porque él y yo coincidimos e ingresamos a la UNI en 1980, y las tarjetas se descontinuaron en el verano de 1982, si la memoria no me falla.

Volviendo a la historia de aquel conflicto, la negociación devino extremadamente tirante: el rectorado exigía la devolución de todas las tarjetas usadas (perforadas) como una de las condiciones para llevar a efecto tal negociación, mientras el jefe del UNI-CC negaba tal posibilidad. Fue tal la insistencia del rectorado, que finalmente la devolución de las tarjetas usadas se convirtió en condición única e ineludible para acceder a un acuerdo. Se creía imposible que alguien guardara las tarjetas perforadas usadas, lo habitual era lanzarlas al traste una vez cumplieran su rol. Era a todas luces una trampa insalvable. Pero sucedió lo inesperado. En forma serena, el jefe de cómputo había esperado ese momento. Fue entonces y solo entonces que ordenó a uno de sus ayudantes que recogiera del sótano del UNI-CC y llevara al rectorado una gran cantidad de cajas conteniendo todas aquellas tarjetas usadas que reclamaba la autoridad central. Frente al cumplimiento de un requerimiento tan tirado de los cabellos, el rectorado no tuvo otro camino que cumplir su parte y dejar tranquilo al cazurro jefe.

Entonces el ayudante inquirió a su jefe por qué había esperado hasta el final si él tenía lo que le pedían, por qué no resolvió el tema desde el principio: “Al inicio era un pedido más, pero era mejor esperar. Una vez que el rector creyó tener todo bajo control, ese fue el momento de demostrar que éramos nosotros quienes lo teníamos”.

El domingo pasado, nuestro presidente en forma agresiva lanzó un ultimátum al Congreso a través de una falaz e ilegal “cuestión de confianza” para que sus propuestas de cuatro reformas —a) Consejo Nacional de la Magistratura (CNM); b) Bicameralidad; c) No-reelección de congresistas y d) Sistema transparente de financiamiento de partidos políticos— fueran aceptadas incondicionalmente por el Congreso y sometidas a referéndum. Hubiéramos preferido que propusiera algo como las cinco reformas fundamentales de Alberto Mansueti —con algunas variantes—, al menos para propiciar una discusión seria: 1) Política, que el Estado cumpla con eficacia las tres funciones que le son propias: seguridad, justicia e infraestructura; 2) Economía y finanzas, reformas de segunda generación para liberalizar y devolver a la sociedad civil parte de la acción empresarial que aún es cautiva del Estado; 3) Educación, transferencia de escuelas estatales a profesores y trabajadores para que sean dueños y se integren a la competencia entre escuelas privadas; 4) Salud, transferir hospitales estatales a médicos, enfermeros y paramédicos, para que sean dueños y compitan; 5) Jubilaciones y pensiones, para que los ciudadanos sean dueños de su destino y que todos los aportes, tanto para el Seguro Social como para AFP dejen de ser obligatorios, además de que dichas entidades pasen a ser propiedad de los aportantes en accionariado difundido.

Pero don Martín Vizcarra es el presidente y su actuación hasta hoy es decepcionante: populismo galopante, confrontación estéril y signos peligrosos de que estaría protegiendo a la megacorrupción, pues ni este último domingo ni en el mensaje del 28 de julio mencionó siquiera una vez las investigaciones para castigar a los implicados en Lava Jato. ¿Por qué? Al parecer, para Don Martín poco importan los cientos de miles de millones festinados por la mafia del socialista Foro de Sao Paulo, el reo en cárcel Lula Da Silva, las empresas mercantilistas brasileñas Odebrecht, OAS, Camargo & Correa, Queiroz Galvao, etc., junto a las socias peruanas encabezadas por Graña y Montero (relación accionaria y sanguínea con el gran consorcio mediático El Comercio, Canal N, América TV, La República, etc.) y el Club de la Construcción.

Se les acabó el humo a los pésimos consejeros del presidente. El Congreso decidió dar pase libre a sus propuestas, incluso con la posibilidad de no tener que ir a referéndum, sino que las propuestas se aprueben tal cual —bajo responsabilidad del insensato Vizcarra—, con lo que ahorraríamos US$ 200 millone (lo que cuesta efectuar la consulta popular), además de otros costos propios de la paralización de actividades el día de la votación.

¿Qué pasa con las reformas? Pues luego de corregir errores materiales flagrantes por parte de quienes las redactaron en forma espantosa, se habilitarán sin mayor problema. La no reelección de congresistas podría no tener efecto hasta el 2026 (pues su aplicación sería retroactiva), pero aún si se fuerza para el 2021 y después, la bicameralidad ofrece la opción de poder postular a la cámara de senadores a los congresistas de hoy, y luego ir de una cámara a otra para evadir la prohibición. Igual será decisión del voto ciudadano. Lo del CNM no es mayor problema, igual el tema del financiamiento de los partidos.

Finalmente, el partido Fuerza Popular ejerce plenamente, sin reservas ni cortapisas, el poder legítimo que recibió de la voluntad popular en 2016. El presidente Vizcarra cayó en la ingenuidad de creer a sus asesores, pensó que tenía una “bala de plata” con el asunto de la “cuestión de confianza”. Pero hizo un disparo al aire y mató un mosquito.

Se acabaron las cortinas. El norte del Perú espera la reconstrucción, la anemia infantil liquida una generación, los niños de Qali Warma están abandonados, los muertos por las heladas en Puno claman desde el más allá para que no vuelva a suceder nunca más, las víctimas de la delincuencia galopante merecen mayor atención, la desaceleración económica está quebrando la cadena de pagos. Y muchas cosas más. ¿Se sentará por fin don Martín a concertar y trabajar por el bien del Perú?

 

Darío Enríquez
19 de septiembre del 2018

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