Eduardo Zapata

PPK y las neuronas espejo

PPK y las neuronas espejo
Eduardo Zapata
18 de agosto del 2016

El presidente ha establecido una relación empática con los peruanos

Instalado el gobierno de Ollanta Humala, transcurridos los primeros meses de él y tratando de explicar la simpatía inicial de la que gozaba la pareja presidencial –y en este mismo espacio de El Montonero- hablamos de la burbuja hipnótica. Después de mucho tiempo, decíamos, se había instalado en Palacio de Gobierno una familia “ideal” y cercana —entonces— a las aspiraciones de la mayoría ciudadana. Jóvenes, aparentemente macho alpha él, sonrisa grácil ella y con hijos pequeños. Aun con uno pequeñísimo que parecía fabricado antes de la campaña para configurar la familia feliz.

Los científicos expertos en neurociencias identifican en la complejidad de nuestros cerebros lo que se llaman “neuronas espejo”. Estas neuronas hacen que cuando observamos a otra persona realizar acciones acariciables en el imaginario, tendamos a implicarnos en las acciones, quehaceres y hasta emociones que creemos ver en la realidad idealizada. Bostezamos cuando otro bosteza, realizamos gestualidades por imitación y hasta deseamos la vestimenta que viste un maniquí en la tienda de modas. De allí que —lo sabemos y lo comprobamos— sea importante en nuestras interacciones cotidianas sonreír. Pues esa sonrisa abrirá las puertas a una retroalimentación también feliz de nuestro interlocutor.

Pedro Pablo Kuczynski —cierto que con apoyo mediático espontáneo o interesado, que suele perdonar algunos deslices— ha logrado iniciar su gestión con un fuerte lazo emocional con los receptores. Con sus desplazamientos, gestualidad y bailes ha convertido la debilidad etárea en una fortaleza. Esto mismo le ha permitido posicionar la sabiduría propia de su expertise, empoderando el haber de la edad.

A todo ello sumémosle la risa y la broma. Durante mucho tiempo, nuestros gobernantes han transitado por gestualidades rígidas, muchas veces protocolares y hasta acartonadas, y rara vez sonreían bajo la percepción de la espontaneidad. Así como la pareja Humala-Heredia, al introducir en Palacio un faltante reclamado por el imaginario popular, nuestro presidente actual con su personalidad política también ha logrado hacerlo. A fin de cuentas, todos preferimos un presidente que —en apariencia al menos— esté más cerca de lo humano. Y los humanos reímos y bailamos. Esa también es una exigencia de las neuronas espejo.

Al inicio de todo gobierno, fundamentalmente, es imprescindible establecer esta relación empática. Pues permite tomar medidas acaso duras, pero amparadas por el posicionamiento inicial. Es claro que lo ideal sería que aun con los desgastes propios del ejercicio de gobierno, los gobernantes sepan mantener en el tiempo al menos algunos rasgos del posicionamiento inicial. Ello, sin duda, será clave para la gobernabilidad.

Ad portas de la presentación de Fernando Zavala ante el Congreso, y ya en pleno ejercicio de la autoridad presidencial, se inicia la verdadera historia de gobierno. Dadas las expectativas creadas, conviene recordar que cuando las historias que se cuentan no resultan verdaderas o verosímiles, y el cotidiano de la vida diaria las niega, la percepción de engaño aflora y se convierte en riesgo para la gobernabilidad.

Se acabó el recreo.


Eduardo E. Zapata Saldaña

Eduardo Zapata
18 de agosto del 2016

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