Eduardo Zapata

¿Por qué no "roba pero no hace nada"?

¿Por qué no "roba pero no hace nada"?
Eduardo Zapata
02 de octubre del 2014

Sobre preguntas éticamente polémicas y la intuición popular que parece desdeñarlas

La retórica clásica distinguía lo que ella llamaba –a propósito del lenguaje- ordo naturalis (orden natural) y ordo artificialis (orden artificial).

Entre nosotros –y extrapolando estos conceptos- los fundamentos de la economía y su gestión son percibidos como parte del ´orden natural´. De hecho –y como una herencia del orden prehispánico, virreinal y no resuelta hasta la República- el ciudadano común no participa en la construcción de los supuestos y presupuestos nacionales.

De donde no es extraño que la gente no premie un buen manejo económico. Este es –perceptivamente- como el sol cuyo movimiento no depende de uno. Como la lluvia, que depende de la naturaleza.

Esta lejanía entre la economía, su gestión y el ciudadano –y hechos indudablemente execrables y sistemáticos- han posibilitado el posicionamiento de la expresión finalmente fatalista: ´Roba, pero hace obra´. Que se asienta en la no participación real del ciudadano en los manejos económicos

Dos meses atrás, la misma encuestadora que ha asociado dicha expresión con un candidato determinado, había ofrecido resultados que mostraban que la gestión de la alcaldesa Villarán era percibida como ´más corrupta´ que la gestión Castañeda.

De allí que resultase extraño –por decir lo menos- la pregunta formulada por la encuestadora. Que a la luz de la encuesta comparativa de gestiones aludida –y con esa misma intencionalidad más persuasiva que neutralmente indagatoria- podría haber preguntado si la gente está de acuerdo con el o la candidato (a) que ´roba, pero no hace obra´.

Ambas preguntas hubiesen resultado éticamente cuestionables porque estarían transitando por endoxas –o creencias comunes- que se asumen como ciertas y, por ende, fácilmente manipulables.

Sin embargo, la intuición popular –y no la apocalíptica crisis de valores con la cual se pretende chantajear al elector- parece haber desdeñado el intento manipulatorio.

Pero es importante subrayar que más allá de lo anecdótico y de la no muy respetable voluntad maniquea de atribuir virtudes absolutas a un candidato y de condenar a otro, hay un asunto de hecho más importante.

Es deber de una democracia auténtica hacerle comprender al ciudadano que la economía no pertenece al orden natural. Como tampoco su mala gestión o la corrupción misma.

Ello supone una información más transparente hacia la gente de los supuestos económicos y de la gestión, y un acceso a aquellas obras y servicios puntuales que el presupuesto prevé. También supone un debate público de todo esto en la Comisión de Economía/Presupuesto e implica la voz ciudadana.

Ya en otros ámbitos –nacionales, sectoriales, regionales y distritales- supondría una vigilancia de partidas y ejecuciones.

Mío, tuyo y nuestro. El valor de la propiedad. Mío, tuyo, nuestro. Los viejos pronombres posesivos requieren ser revalorados socialmente. Porque moldean y expresan el valor de la propiedad. Interiorizar que lo nuestro –cuando de dineros del Estado se trata- no es mío es eficaz seguro contra la corrupción. Como saber que las honras son –a nivel personal- tuyas o mías. Y con ellas no se juega.

A ver si elucidamos –etimológicamente, echamos luces- nuestros votos. Hoy y mañana. Lo que supone leer y analizar sin fundamentalismos y prejuicios programas y candidatos. Y no abdicar del derecho ciudadano de la participación. 

Por Eduardo E. Zapata Saldaña
2 Oct 2014  

Eduardo Zapata
02 de octubre del 2014

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