Políticos desnudos ante el espejo

Sobre la interminable crisis del sistema de representación política

El titular iba a ser “los partidos políticos peruanos desnudos ante el espejo”, pero el término “partido” -hay que decirlo una y otra vez-  queda demasiado grande para aludir a lo que nuevamente en este 2015 ha quedado en evidencia: estamos ante colectividades electorales que se arman al compás de una campaña, al paso marcado por un caudillo o una camarilla que ejercen el derecho de propiedad sobre la entidad, y en función a la cantidad de plata propia y/o la que se pueda apalancar.

A esas iniciativas se les llama hoy: “partidos políticos” en el Perú. Pero claro, uno puede ponerse el nombre que le venga en gana. Pero acá, nos disculparán los señores y señoras políticos (as) preferimos decir las cosas como son, por ende, es muy atrevido llamarles partidos.

Advirtamos, no obstante, que dentro de varias organizaciones se han producido honestos, complicados y trabajosos intentos de institucionalizar esta informalidad desembozada, esta desfachatez contumaz. Sin embargo, el camino para lograr organizaciones políticas realmente democráticas, abiertas, transparentes y, sobre todo, representativas del pensamiento y el sentir de determinados sectores de la sociedad, es aún largo.

Esa desnudez ha vuelto a ponerse en evidencia y muestra esa fea realidad de la que hemos hablado varias veces en este espacio. La mentira como principio base, el trasfuguismo descarado, el oportunismo vuelto moneda de cambio, el simple “follow the money”, la falta de lealtad a principios e ideas expresadas y defendidas públicamente muy poco tiempo atrás, son, como se ha dicho, una prueba más de la informalidad que atraviesa al Perú en diversos ámbitos; pero también del descaro y el egoísmo de los parlamentarios de turno que, teniendo a la mano la posibilidad de hacer cambios estructurales al sistema de representación política, no lo han hecho pensando en la elección siguiente.

Es la típica visión chata de estas señoras y señores de pensar en la quincena, en el corto plazo, en el beneficio personal y grupal, antes que en la necesidad urgente de un país de avanzar en la mejora de su institucionalidad, que es hoy la principal causa de nuestro atraso.

Los cambalaches, enjuagues y arreglos políticos de los que hemos sido testigos el pasado fin de semana, a propósito de la presentación de las planchas presidenciales, son el adorno de un pastel podrido, de una situación de irregularidad e informalidad que ha debido ser eliminada hace buen tiempo.

La creación de distritos electorales mucho más pequeños. La renovación por tercios o mitades del Parlamento. La aplicación de una normativa “cumplible” para las organizaciones políticas y no la charada vergonzosa que es hoy en día (todos los movimientos hacen como que cumplen la ley, y tanto las entidades de control -ONPE y JNE- y los ciudadanos hacemos como que les creemos) el financiamiento público a los partidos que certifiquen un estándar mínimo. La eliminación del voto preferencial. Y lo que para este columnista podría ser un inicio de la reforma, por los incentivos perversos que elimina: la vigencia del voto libre y facultativo.

Nada de lo anterior se ha hecho porque sería afectar el status quo de informalidad y degradación que acabamos de ver en este espejo que no miente.

Feliz Navidad y que el 2016 nos traiga, ojalá, un mejor país

Libertad para los presos políticos en Venezuela esta navidad

Por: Mario Saldaña C (@msaldanac)