Walter Puelles

Política tributaria: simple y económica

Política tributaria: simple y económica
Walter Puelles
29 de septiembre del 2015

Sobre la tributación con instrumento para excluir ciudadanos

Un profesor que gustaba gastar una que otra broma en aula, preguntaba a un alumno si había comprendido su clase ¿Entendió alumno? Sí, profesor, respondía el pupilo- sabedor de la broma que el preceptor tramaba. Bueno, decía el profesor, si usted entendió, entonces, todos entendieron.

Pero esta broma -de mal gusto para el burlado- tiene más sentido común que humor, si lo que se quiere es conocer la comprensión del aula. Dado que las personas tienen habilidades diferentes, es lógico suponer que unos entienden más rápido que otros una determinada materia.

Por tanto, si el menos hábil entendió la clase, es más probable que el resto también haya comprendido. Sería ilógico suponer lo contrario, es decir, tomar al alumno más destacado para inferir los resultados a la población. A menos que el objetivo fuera excluir a los menos capaces.

Lamentablemente, en el mundo de la tributación se ha impuesto esta segunda forma como rezago de una tradición anticapitalista desarrollada el siglo pasado, y que ha excluido a la gran mayoría de personas de esa aula global que es la economía. La informalidad fue la consecuencia.

El complejo sistema tributario destruye capitales y empleos que bien podrían estar sirviendo a la producción y el consumo de las personas. Los nuevos negocios tienen una muy baja probabilidad de vida gracias a las complicaciones y costos de las políticas tributarias.

¿No hubiera sido más lógico partir de las organizaciones más simples de la economía para diseñar la política tributaria, y luego extender ésta al resto? Y así, si la más modesta de las organizaciones cumplía, fácil habría sido para el resto cumplir lo mismo.

Pero no fue así ¿Y por qué? Los sistemas tributarios son complejos y onerosos porque fueron pensados sobre la base de la gran empresa en momentos en que su conservación como tal no era precisamente la meta que más alegraba alcanzar (ver El Manifiesto Comunista de Marx).

El objetivo era quebrar a la gran empresa (las pequeñas quebrarían por añadidura) y acelerar la agudización de las contradicciones que proponía el marxismo. El socialismo vendrá ineluctablemente pero ello no significa que nos quedemos de brazos cruzados, señalaba Marx.

En la práctica lo que ocurrió fue otra cosa. La gran empresa, dada su escala, sorteó los obstáculos impuestos, quedando éstos como una suerte de protección de la competencia, difícil de sortear para los pequeños. Los anticapitalistas hicieron así más ricos a los ricos.

Actualmente se pretende remediar el problema creando, por un lado, una serie de regímenes tributarios especiales que ayuden a formalizar la economía, y por otro medidas y sanciones para castigar severamente a quienes no logran finalmente formalizarse.

Estas políticas, lejos de solucionar el problema lo han agravado, pues el sistema se ha vuelto aún más complejo. No es posible devorar el pastel y conservarlo al mismo tiempo. La complejidad de los sistemas tributarios son los grandes responsables de la informalidad y la pobreza de los países.

Las organizaciones empresariales juegan un papel determinante en el bienestar de la gente, pues ayudan a elevar la productividad, es decir, la capacidad de crear más bienes por unidad de tiempo. La buena vida no está donde el autoempleo y la informalidad campean, sino donde las organizaciones florecen.

Para reducir la informalidad y la pobreza, nada mejor que una política tributaria simple y económica que cualquiera pueda entender y costear. Inclusión no es regalar lo ajeno, inclusión es permitir que las personas puedan producir sin más riesgos que los impuestos por la naturaleza económica.

Por: Walter Puelles Navarrete

Walter Puelles
29 de septiembre del 2015

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