Raúl Mendoza Cánepa

Política madura

Política madura
Raúl Mendoza Cánepa
13 de junio del 2016

Ni cohabitación a la francesa ni cogobierno

El reto del fujimorismo al 2021 es romper los “antis”. Y no hay otra manera de hacerlo que aprovechar los espacios de poder que tiene para demostrar que Fuerza Popular no es una continuación de los ejes de los noventa, sino un actor que se desprende de sus ventajas actuales para darle concesiones importantes al gobierno que se inicia. Resistir permanentemente o fungir de gobierno paralelo podría generarle un desgaste que le reste para la siguiente elección.

Tener la mayoría parlamentaria convierte al fujimorismo en más que oposición, en una fuerza con capacidad de mando e invasión de esferas de la actividad pública. Tal es su poder que podría neutralizar políticas de gobierno; pero, ¿le conviene? En realidad, el protagonismo de la mayoría parlamentaria puede agotar el liderazgo de Keiko y fortalecer el de presencias minoritarias, por ahora expectantes, como las de Verónika Mendoza o Julio Guzmán. Hasta ahora existe un núcleo duro fujimorista, pero en simultáneo un núcleo duro antifujimorista que basa su antagonismo en “lo que oyeron”, sin concesión alguna a los aspectos positivos del fujimorato de los noventa. Se trata de un sector juvenil, reactivo, móvil, indignado y con capacidad de congregar voluntades en las calles y en las redes. Liquidar el “No a Keiko”, pasa por demostrar con hechos que el cambio interno es real y no cálculo electoral.

La única manera como estos dos actores llegarán a reconciliarse y crecer en convivencia (que no es convergencia) excluye la violencia, el empecinamiento y la confirmación de las viejas prácticas. Así, como mayoría parlamentaria, el fujimorismo puede difuminar los “antis” demostrando ser todo lo contrario de lo que se afirma que es y, de esa manera, ceder terrenos a los pepekausas. El desprendimiento es una señal de grandeza con gran impacto y memoria. Por ejemplo, el congresista electo Juan Sheput adelantó que PPK solicitaría facultades delegadas para legislar en materia de seguridad ciudadana y economía. Muchos lo juzgaron de apurado. Sin embargo, el comportamiento cooperativo del fujimorismo, desde la prospectiva política, lo favorece.

Solo un mal estratega podría recomendarle a Keiko la reinvención permanente de la guerra. Bien haría en leer a Sun Tzu. La elusión del conflicto es una manera de alcanzar la victoria sin perder un alfil. La clave es ser cooperativos en la necesidad, oponerse con razonabilidad en lo inconveniente y subrayar que Fuerza Popular no es cohabitación a la francesa, alianza ni cogobierno, sino moderador para el “buen gobierno”. Tampoco convendría a sus planes futuros judicializar la política y agitar el gallinero, lo suyo es el agua calma y la cautela. Su tarea, si pretenden diluir los “antis”, dejándolos sin piso, es construir aportando con sutilezas y “dejando hacer” con sensatez, incluso cediendo espacios en las comisiones parlamentarias y en los ámbitos de representación, para erigir la imagen de un partido democrático, concesivo y maduro, cuya fuerza es la razón y el equilibrio. La revancha y la obstrucción solo alimentarían las fuerzas que le fueron adversas. Esta es la oportunidad que el fujimorismo tiene para “demostrar” que la evolución política siempre deshace los entuertos y llama a la nueva oportunidad.

Por su parte, bien le vendría a PPK apelar a un gabinete bisagra (el Apra pretende ser bisagra interna, discutible en los escenarios electorales regionales por venir). Se requiere, por otra parte, la buena diplomacia de algún político de viejo o nuevo cuño para dirigir el gabinete, uno cuya habilidad sea dialogar. Un jefe de gabinete con las artes de la persuasión es clave en esta etapa y más cuando será muy difícil revertir el resentimiento fujimorista. La confrontación es una estrategia de campaña, pero la diplomacia interna es el recurso del buen gobierno. Si sirve al añadido, la unidad en las filas pepekausas será crucial. Esta vez PPK es el gobernante; por tanto, no habrá ausencia que justifique la dispersión en sus filas. Esto debe servir para consolidar y ampliar su bancada; pero, sobre todo, para fortalecer un partido que lo sobreviva y que genere liderazgos que sirvan para la gran batalla del 2021.

Ambos bandos deben asumir que en el equilibrio y la madurez de sus líderes subyace su potencial de victoria política en el Bicentenario. Y de los supremos intereses del Perú.

 

Raúl Mendoza Cánepa

 
Raúl Mendoza Cánepa
13 de junio del 2016

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