Eduardo Zapata

Pokémon

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Eduardo Zapata
11 de agosto del 2016

Dejando el mundo real para entregarse a la electronalidad

Tanto como sus felices usuarios, probablemente sean los especialistas en marketing quienes más sonríen ante el advenimiento de Pokémon Go. Y es que toda una nueva lógica en las aplicaciones electronales constituye un estimulante reto a la creatividad. Más temprano que tarde esta lógica —al establecer un nuevo tipo de relaciones entre las personas, la red y el mundo llamado hasta ayer real— se extenderá al comercio todo, pero sobrepasará sus límites. Porque las aplicaciones derivadas se presentan como infinitas.

Tal vez desde hoy quienes se ocupan de asuntos de políticas públicas o del quehacer político en general hayan entrevisto ya las posibilidades que ofrece este devenir digital. Por su carácter invasivo, ubicuo y de convocatoria inédita, el feeling de Pokémon Go, aplicado al quehacer político, puede crear un nuevo tipo de relaciones entre los hombres públicos y los ciudadanos.

Y es que más allá de la fiebre puntual y de las adhesiones o censuras fáciles, el nuevo tipo de relaciones subyacente a este entretenido juego significa una extensión del dominio de lo virtual sobre lo físico. Un paso más en el creciente imperio electronal. Donde el ayer consumidor hoy alimenta su ego al sentirse productor.

No caben dudas acerca de constataciones. Niños, jóvenes y adultos han salido a caminar por calles y parques en búsqueda del logro. El simple like virtual parecía no ser suficiente y era necesario trasladar la percepción de recompensa hacia el mundo físico.  

Obvio que resulta más que reconfortante ver a la gente sonriente ante una propuesta lúdica que genera percepciones de socialización y percepciones de colaboración entre amigos y aun con desconocidos. En ese sentido y usando una feliz expresión de Marshall McLuhan frente a la tecnología: “¡tírense al agua!”.

Sin embargo, es bueno que subrayemos cómo cada vez con mayor rapidez vamos disolviendo la vida privada en lo público y suprimiendo —finalmente— la realidad del mundo físico para entregarlo todo a la electronalidad. ¿O acaso por jugar Pokémon Go no pocos han sido asaltados, no pocos han sufrido un accidente, no pocos parecen hasta suprimir el propio instinto de supervivencia física con tal de vivir la propuesta de vida de la red? Aparentemente con los pies sobre la tierra, pero con la mente y corazones en la nube.

Podremos jugar y tal vez debamos jugar si eso nos contenta. Pero quienes hayan leído 1984 de George Orwell o El fin de la infancia de Arthur Clarke sabrán ponderar el haber, pero también el debe del nuevo emprendimiento. Porque llámense big brother o “super señores” estamos alimentando —ahora sí con apariencia de fisicidad— la posibilidad a su existencia.

 

Eduardo E. Zapata Saldaña

 

Eduardo Zapata
11 de agosto del 2016

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