Darío Enríquez

¿Podemos hacer algo para mejorar Lima?

La confusión sobre qué hacer con Lima incrementa el caos

¿Podemos hacer algo para mejorar Lima?
Darío Enríquez
21 de febrero del 2018

 

No es difícil identificar los principales problemas de Lima: seguridad ciudadana y transporte urbano, en cualquier orden. Incluso la escasez de agua potable y su impacto en la salubridad tienen un grado de manejo tolerable. El comercio ambulatorio tiene un impacto significativo pero limitado a ciertos espacios. El desarrollo inmobiliario es un desafío a la racionalidad en el uso de espacios y recursos, pero se encuentra relativamente bajo control. Los espacios públicos son muchas veces restrictivos y poco propicios a un uso adecuado, pero la dinámica de la ciudad permite que la mayoría encuentre lo que busca en áreas próximas a su domicilio. El servicio de electricidad es eficaz y cubre casi al 100% de la población. La distribución y comercialización de alimentos está largamente asegurada por un sistema que ofrece cantidad, variedad y diversidad de productos disponibles para todos los bolsillos. La pobreza extrema prácticamente ha desaparecido en la gran metrópoli, y la pobreza típica sigue siendo más una situación por superar que una condición inherente; a excepción de los recién llegados del campo empobrecido, que traen consigo una pobreza a superar que podría ser difícil de resolver en el corto plazo.

La seguridad ciudadana muestra ciertas mejoras que no responden a política alguna, sino a un cambio evidente en las actividades de la delincuencia. Queda casi nada de aquella plaga de escapistas y pirañitas que asaltaban a transeúntes por doquier. Lo que hoy tenemos es crimen organizado y bandas que con frecuencia se enfrentan a balazos, disputándose territorios para sus fechorías. También un sicariato que campea impune. La acción de las fuerzas del orden trae más ruidos que nueces. La desarticulación de algunas bandas solo sirve a la consolidación de otras que sospechosamente no son afectadas por los operativos de la Policía Nacional. Tal como están las cosas, lo que queda es la autodefensa.

De hecho, la seguridad de muchas instituciones depende de su propio equipo de guardias privados y sistemas de protección. Cada vez más hogares en distritos medios y altos recurren a diversos sistemas de alarma frente a intrusos. En las zonas populares se organizan rondas urbanas y se aplica con frecuencia la “justicia popular” del linchamiento como peligroso sustituto de la justicia formal. Muchos distritos han instalado sofisticados sistemas de vigilancia ciudadana, con videocámaras colocadas en lugares estratégicos, pero no hay capacidad operativa suficiente para enfrentar una emergencia. La sensación de inseguridad crece imparablemente día a día. La necesidad de contar con el apoyo de fuerzas militares en el patrullaje de sectores urbanos de alta peligrosidad se hace más que evidente, pero las autoridades niegan la realidad.

En transporte masivo se han efectuado cuantiosas inversiones tanto en el tren urbano, como en el Metropolitano y los buses municipales alimentadores. Del mismo modo, la flota de taxis se ha renovado de modo sostenido y el servicio de transporte masivo convencional —combis, custers y omnibuses— también ha mejorado. Se mantiene la famosa “china” para tramos cortos e incluso la negociación, que caracteriza a los taxis en Lima, se ha extendido para ciertos trayectos en transporte masivo, siempre a la baja en precio. Pero nada es suficiente. Teniendo en cuenta la conocida segregación en el uso del espacio metropolitano limeño, la lógica más elemental indica que es en sectores medios y altos donde deberíamos invertir más en transporte masivo, pues solo logrando que los propietarios de autos privados migren al transporte masivo es que podremos reducir el intenso tráfico: ¿Cómo estimular a los propietarios de vehículos privados si se impide la circulación de unidades masivas en las principales arterias de zonas “residenciales”? Ningún político se atreve a comprar esta lógica, pues ellos prefieren el falso discurso de “atender a los más pobres”.

Pero el tráfico también debe enfrentarse con mejoras importantes en infraestructura vial y en ordenamiento urbano. A la insensata, ignorante e ideologizada campaña contra “el maldito baipás” (ninguno es inútil y necesitamos por el momento al menos una treintena adicional de baipases) debemos sumar ahora la absurda cruzada que San Isidro ha emprendido contra la necesaria ampliación de vías metropolitanas ubicadas en ese distrito, al mismo tiempo que junto a otros promueven ciclovías poco útiles y nada necesarias. No existe tal cosa como el “derecho distrital” a oponerse al uso de vías con sentido metropolitano. En todos los casos, la prioridad está con la dinámica metropolitana. Las áreas verdes y arborizadas deben ponerse al servicio de esta dinámica y no sacralizarse. Estamos muy lejos de aquellas ciudades del “primer mundo” en las que el enfoque de “crecimiento cero” prioriza románticas propuestas de un mundo feliz. Nuestra ciudad en ebullición demográfica requiere urgentemente cerrar la enorme brecha que nos aleja cada vez más de hacerla viable desde el más elemental punto de vista físico y urbanístico.

Esto trae a primera fila el tema de una necesaria reforma en la geografía política metropolitana. El actual conglomerado de distritos es anacrónico y contraproducente. Lima metropolitana está fragmentada en 50 distritos y coexisten en ella hasta ocho grandes urbes. Cada una debiera contar con una autoridad política municipal, además de un mecanismo para la acción conjunta, coordinada y central de estas ocho subdivisiones en un gran concejo metropolitano:

  • Sur: San Juan de Miraflores, Villa María del Triunfo, Villa El Salvador, Lurín, Punta Negra, Punta Hermosa, Santa María del Mar, San Bartolo, Pucusana
  • Norte: Los Olivos, Independencia, Comas, Carabayllo, Ventanilla, Mi Perú, Puente Piedra, Santa Rosa, Ancón
  • Este: La Victoria, San Luis, El Agustino, Ate-Vitarte, Santa Anita, Chaclacayo, Lurigancho
  • Noreste: San Juan de Lurigancho
  • Sureste: Surco, La Molina, Cieneguilla, Pachacamac
  • Oeste: Magdalena, San Miguel, La Perla, Bellavista, Callao, Carmen de la Legua, La Punta
  • Centro 1: Cercado, Rímac, San Martín de Porras, Lince, Jesús María, Pueblo Libre, Breña
  • Centro 2: San Isidro, San Borja, Miraflores, Surquillo, Barranco, Chorrillos

 

Darío Enríquez
21 de febrero del 2018

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