Jaime Chincha

Planes claros antes que caras: Estado (II)

Planes claros antes que caras: Estado (II)
Jaime Chincha
12 de junio del 2015

Elecciones 2016 y la gran reforma pendiente: de la administración pública.

Las elecciones del 2016 están tan cerca que resulta ineludible, y hasta un deber ciudadano, reafirmar aquí una agenda liberal y revolucionaria de cara a tan trascendente recambio gubernamental. Dijimos aquí, en la primera entrega publicada en mayo último, que “para esta elección el ciudadano exige (o debe exigir) posiciones sin ambages frente a las libertades económicas, políticas e incluso constitucionales”. Reaccionar democráticamente, para bien o para mal, ante la avalancha de candidatos que se asomarán en campaña debe ser un ejercicio periódico que va por encima de la presunta buena voluntad de cada aspirante, y de los no probados buenos deseos que se lancen —en medio de la euforia callejera— ante una multitud que no necesariamente tendrá cabeza fría ante cada aplauso y menos frente a la cédula. Porque nuestro voto definirá a quien colocaremos en el Estado, a quien lo lidere y a quienes lo administren. Es ahí donde fijaremos algunas ideas a continuación: el aparato estatal. Así que, a pensar en nuestro futuro y no en quién será (o debiera ser) el mal menor del próximo año.

El Estado debe ser uno solo y dedicar su existencia al servicio del ciudadano, desterrando la idea de que se sirve de él. Contratar a los mejores especialistas que desarrollen una completa y óptima digitalización de todo el aparato público. Ministerios, Congreso, Gobiernos regionales, Municipios, Reniec, Onpe, Sunat, Registros Públicos, Essalud, Poder Judicial, Ministerio Público, Policía, todo. Un solo software que permita, incluso, que el ciudadano realice cualquier trámite desde la casa y que los plazos se cumplan, bajo riesgo de sancionar a la entidad que no lo haga. Ese mismo Estado debe desaparecer el régimen de nombrados. Todos deben ser contratados bajo un solo régimen laboral que incluya beneficios básicos, nada de gollerías. Meritocracia en todos los estamentos; se capacitan y se les evalúa semestralmente. Y nada de reposición en el Poder Judicial, porque el despido sustentado no tiene derecho a reclamo.

¿Y quiénes serían ser jefes, directores y funcionarios estatales? Para ello, se debiera fortalecer y darle grado universitario a una suerte de Escuela Nacional de Administración Pública (ENAP), de la que egresen quienes dirijan cada una de las oficinas estatales. En la ENAP se aprendería a dirigir el Estado con una currícula basada en metas y objetivos que tiene, precisamente, ese mismo Estado. Los mismos planes de gobierno deben filtrarse a través de la ENAP. No más carné partidario. No más improvisación. El jefe, director y funcionario saben que su trabajo tiene plazos que van por encima de alguna majadería politiquera y coyuntural. Para ello, todas las oficinas de control deben depender únicamente de Contraloría, jefes y subordinados; para que estos últimos no sean captados por quienes deben ser fiscalizados. Así se lograría un primer gran paso contra la corrupción estatal, esa que no se ve —ni se denuncia— porque se comete en los mandos medios que no suelen ser atractivos en un destape periodístico, único recurso que activa los controles contra los políticos pero que deja enquistadas a las alimañas de abajo, que siguen corrompiendo el sistema.

Lo siguiente, y lo medular, es la revolución educativa. Los profesores de la escuela pública no deben ser menos que los de la escuela privada. El nivel que piden los mejores colegios privados debe ser el mismo que se pida en los del Estado. Y eso pasa, además, por un mejor sueldo; es decir, que los colegios públicos deben competir por contratar a los privados y viceversa. Acto seguido, debiera despolitizarse el magisterio. Fuera el Sutep y todas sus demandas trasnochadas. Ellos contaminan a los profesores vendiéndoles la idea del nombramiento, que se ha convertido en un chantaje que superpone la estabilidad a la capacitación. Eso debe desaparecer para que la calidad educativa, la revolución de las escuelas, no sea un sueño sino una realidad. De ello dependerá que todo lo demás funcione hacia arriba. Sin educación, seguiremos colocando en el Estado a aventureros, mediocres y pendejos que solo sabrán aprovecharse del ciudadano. Es la hora de la gente, los políticos lo deben entender de aquí en adelante.

Continuará…

 

Por Jaime Chincha Ravines

12 – Jun – 2015

Jaime Chincha
12 de junio del 2015

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