Horacio Gago

Plagios y mentiras

Sin pedir disculpas, maquillan la carencia moral y el fraude académico

Plagios y mentiras
Horacio Gago
07 de marzo del 2018

 

Flor Luna Victoria y Eloy Espinoza Saldaña son nombres emblemáticos de la sinvergüencería. La primera ve normal colar su nombre como autora de artículos académicos que no escribe, y tampoco se despeina cuando explica que no entrecomilla las citas porque no son idénticas a las originales. Revela con ello el tremendo crimen de manipular una coma o una palabra de la cita que no respeta, para hacerla suya con tremendo desparpajo. ¿Quién designó a esta señora como valedora de la ética y la calidad de las facultades y programas académicos de las universidades? ¿Quién la recomendó? ¿Qué submundo académico esperaba a las universidades en manos de una persona que plagia y hace plagiar sin remilgo alguno? ¿Cómo alguien dedicado al crimen del plagio puede haberse sentado en la silla de directora de la Sunedu?

El de Eloy Espinoza Saldaña es un caso igual o peor que el de Flor Luna Victoria. Y tanto él como sus auspiciadores padecen de la misma carencia moral: la mentira y el fraude académico. Mediocre estudiante de Derecho (me consta), Espinoza Saldaña fue abriéndose paso en la vida universitaria en base a la política y la sobonería. Hasta ahí no hay delito. La sinvergüencería y hasta el ilícito penal comienzan cuando el humalismo lo premia con un sillón en el Tribunal Constitucional por sus labores de ocultamiento de la verdad en el caso Madre Mía, bajo la inspiración del juez supremo César San Martín. Y para hacerlo, Espinoza miente en el CV enviado al Congreso, indicando que es doctor en Derecho por la Universidad de Buenos Aires (UBA), algo falso según la propia universidad bonaerense.

Descubierto el crimen, Espinoza indica que se trataba de un documento preliminar. E intenta corregirlo arguyendo ante los congresistas que debe actualizar su CV porque le están encargando altas labores de representación jurídica en un ámbito internacional. Es decir, ni siquiera pide disculpas por la flagrante mentira, sino que pretende maquillar el esperpento e intentar salvar su propio naufragio. Y al corregirlo, retira la mención de doctor en Derecho. Es decir, el sinvergüenza, con la complicidad de los suyos, fungió de juez constitucional al menos tres años con un CV falso.

Ser doctor en Derecho o en otra rama científica es un logro difícil en sí mismo, pero algo hermoso si la persona se vuelca con pasión y dedicación a ello. Y por supuesto, con honestidad intelectual. Son tres o cuatro años de dedicación absoluta que uno debe añadir a su vida académica, además de los años de licenciatura y maestría. Significa asistir y aprobar asignaturas y seminarios especializados, meditar mucho sobre el tema de tesis futura, fijarla metodológicamente con claridad, leer todo lo que exista relacionado con el tema, elaborar un plan sesudo y detallado y discutirlo con un asesor o más de uno. Elaborar un esquema lógico, definir una hipótesis que demostrará en el transcurso del trabajo, añadir conocimiento en la rama jurídica o científica de que se trate, embarcarse en la redacción, cotejarla permanentemente con el asesor o asesores. Escribir la versión preliminar, aceptar las sugerencias y observaciones de los profesores designados para calificar la tesis. Generar la versión definitiva, preparar la sustentación, estudiar todos y cada uno de los detalles académicos, someterse al cuestionario en vivo del jurado de la tesis. Y aprobar el examen.

Espinoza Saldaña, el mediocre estudiante de Derecho que conocí, jamás podría ser doctor en Derecho. Quizá juez constitucional del humalismo y hasta el “Ojitos” de la agenda de Heredia, pero doctor en Derecho nunca.

 

Horacio Gago
07 de marzo del 2018

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