Martin Santivañez

Perú y Japón: una agenda común

Perú y Japón: una agenda común
Martin Santivañez
17 de mayo del 2017

El gran horizonte de las relaciones entre ambos países

Las universidades son, históricamente, lugares de encuentro, de intercambio de opinión, de pluralidad con respeto, de diálogo eficaz. La academia existe para buscar la verdad y alcanzar el bien común. Las universidades nacen como un intento de globalización intelectual. Las grandes universidades siempre apostaron por convertirse en focos de atracción para alumnos de todos los países. El surgimiento de la disciplina de las relaciones internacionales estuvo marcado por la construcción de la paz. Debido al escenario de guerra, las relaciones internacionales buscaron privilegiar la construcción de relaciones de amistad. Solo el realismo político reivindicó posteriormente la dicotomía amigo-enemigo, propia de ius publicum europeo. Pero la búsqueda de la paz ha sido una manifestación de primer orden en la disciplina de las relaciones internacionales.

Operativizar la búsqueda de la paz tiene que ser el objetivo de un buen internacionalista. Un internacionalista debe buscar la oportunidad adecuada para promover la paz, y si la oportunidad no existe, debe crearla. El orden mundial, el nuevo orden mundial, no puede ser diseñado unilateralmente por un puñado de grandes potencias. El orden mundial tiene que ser construido siguiendo el principio clásico: quod omnes tangit ab omnibus approbetur. Lo que importa a todos por todos debe ser aprobado. El nuevo orden mundial importa a todos. O decidimos sobre los alcances de la sociedad internacional o muy pronto nos daremos cuenta de que otros deciden por nosotros. O decisores o sometidos. Esta es la dialéctica de las relaciones internacionales, extrapolable a toda disciplina que tiene que ver con el poder.

Perú y Japón son actores de este nuevo orden global. Japón es una gran potencia global con una estrategia histórica que cambia tras la Segunda Guerra Mundial: paz y prosperidad. Lo señala su diplomacia, sus políticos y sus intelectuales. La búsqueda de esta paz con prosperidad ha estado basada, a mi entender, en dos variables fundamentales: la conciencia de su destino como país (lo que implica una especie de sonderweg), y la necesidad de ser protagonista en el nuevo orden global. El Perú también es un país incardinado en el nuevo orden global. Y tiene una estrategia de diplomacia pública y económica muy clara. La apuesta por el factor económico ha dominado nuestra política exterior en los últimos años. Pero lo que Japón nos plantea va más allá del plano económico, va más allá de la cooperación entre mercados, va más allá de la transferencia de tecnología.

Los países antiguos, como Perú y Japón, deben cultivar la historia. La historia es maestra de vida, decían los antiguos. La historia de las relaciones internacionales entre Perú y Japón está caracterizada por un elemento clave: el elemento humano, la dimensión material de las personas. Perú es un país con una gran comunidad de descendientes de japoneses, una de las más grandes del mundo. Esto condiciona las relaciones entre nuestros países de manera positiva. Este es el gran principio sobre el cual debemos crear nuestra estrategia común. Tenemos entonces la oportunidad de redefinir esta estrategia común en función a la nueva estrategia de Japón en la región. El gobierno de Shinzo Abe reconoce que en este nuevo orden global Latinoamérica tiene un peso geopolítico importante; por eso quiere fortalecer las viejas alianzas relanzándolas y promoviendo otras dimensiones, además de la economía.

Shinzo Abe ha anunciado tres grandes principios que guiarán la diplomacia de Japón para Latinoamérica y el Caribe. Lo hizo durante su visita oficial a la región en julio y agosto de 2014. El primer principio es "Progresar juntos". Este principio está referido a la dimensión económica. Japón siempre ha sido un partner fundamental de Perú.

El segundo principio es "liderar juntos". Esto es, trabajar juntos en la construcción del nuevo orden internacional. Japón quiere aliados políticos en Latinoamérica, y Latinoamérica puede ver en Japón a un aliado asiático. El tercer principio es "inspirar juntos". Aquí estamos nosotros, los universitarios. Inspirar juntos implica desarrollar intercambios de personas, a nivel cultural, deportivo, académico. Inspirar juntos implica fomentar el surgimiento de una nueva generación de intelectuales peruanos dedicados a estudiar rigurosamente las relaciones entre Perú y Japón. Y por supuesto, a aprovechar las oportunidades que nacen de la historia, del elemento físico (los nikkeis) y de la coyuntura.

Las universidades inspiran. El primer principio está en manos, fundamentalmente de empresarios y gobiernos. El segundo está en manos de políticos y diplomáticos. El tercero tiene que responder a una estrategia educativa integral, que estreche los lazos de las universidades peruanas y las japonesas. Inspirar parte de una idea muy concreta. No inspira lo que no se conoce de verdad. Para inspirar necesitamos conocimiento cierto. Ese conocimiento pasa por las universidades. Si queremos inspirar estrategias comunes tenemos que analizar los problemas comunes y las soluciones. Para eso existe la universidad. La creación de cátedras Perú-Japón y de líneas de investigación en economía, política, diplomacia y cultura, desde un enfoque específico o multidisciplinar, enriquecerá este conocimiento y facilitará la aplicación del principio de inspiración.

Todo esto tiene que darse en un marco político y jurídico concreto: Japón es un país democrático, con alternancia de partidos en el poder. Se busca el fortalecimiento del estado de derecho. Se intenta luchar contra la corrupción. Se promueve, desde un gobierno de centro derecha, un estado de bienestar para los japoneses. Y se busca que los países con descendientes de japoneses reciban una ayuda especial de Japón para combatir sus problemas estructurales. Este es el gran horizonte de las relaciones de Perú y Japón. Un horizonte complejo pero abierto. Un horizonte de cooperación económica, política y académica. Es difícil progresar y liderar si antes no institucionalizamos el conocimiento. La universidad es el mejor lugar para lograr este objetivo.

Martín Santiváñez Vivanco

Martin Santivañez
17 de mayo del 2017

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